Poco o nada tiene que ver el
azulgrana de la SD Eibar con el verdiblanco del Real Betis, sin embargo, si a
Quique Setién le hubiesen dado a elegir a principio del curso pasado a un solo
futbolista del equipo de José Luis Mendilibar para añadir matices a su
plantilla, seguramente el seleccionado hubiese sido Takashi Inui, el mismo que
se ha convertido en el primer fichaje del conjunto andaluz de cara a la
exigente temporada 2018/2019. Y lo es por varios y justificados motivos que,
más allá de la condición de oportunidad de mercado que supone tras quedar libre
y de su demostrada y progresiva adaptación a La Liga tras tres cursos en ella,
lo convierten en una incorporación si no de relumbrón, sí para que en
Heliópolis puedan ser optimistas en cuanto a sus potenciales rendimiento y
relevancia.
Con un estilo tan definido y una
idea general de juego ciertamente preestablecida, no resulta excesivamente
complicado saber qué fichajes encajan, a priori, con la filosofía futbolística del
Betis y cuáles pueden generar más dudas, e Inui pertenece claramente a la
primera categoría. El japonés llega para añadir matices y alternativas
ofensivas y para paliar un rol, el de atacante puro de banda, que el curso
pasado se antojó demasiado corto con la sola presencia significativa de un
Cristian Tello más profundo e incisivo que el nipón en sus movimientos sin
balón y en sus dotes para el desmarque, pero también más lineal e irregular en
su faceta asociativa y ligeramente inferior en cuanto a su calidad técnica. Un
cúmulo de características que, incluso sobre la base de los cinco defensores
que ha propiciado el crecimiento del Betis durante la recién concluida
temporada, podrían convertir a Inui, con el tiempo y más bien con un 5-2-2-1
antes que sobre el habitual 5-3-2, también en alternativa a Joaquín en esa
posición de «falso» interior izquierdo, aunque no posea tanto poso
con la pelota, ni mucho menos el liderazgo o la asunción de tamaña
responsabilidad creativa, como el capitán verdiblanco.
Acostumbrado a jugar en un equipo
basado en el centro lateral como característica ofensiva más productiva y muy
focalizado en el arte de la presión y el robo adelantado, Takashi Inui ha
demostrado habilidad para ver la jugada siempre hacia delante, para ser vertical
sin parecer casi nunca precipitado, para realizar desdobles constantes con el
lateral contiguo y generar superioridad por las bandas y estar siempre, sin
distinción, a disposición del colectivo. Cuando el japonés tiene el día es un
futbolista muy difícil de defender: profundiza por medio del balón, es capaz de
dotar de cierta pausa a la acción para soltar otorgando la ventaja, centra
desde fuera, conduce hacia dentro, tiene una muy buena salida hacia ambos
perfiles sin necesidad de grandes artificios debido a su ligereza combinada con
la velocidad y también posee un disparo desde el pico del área que es y debe
ser un arma a explotar ante bloques muy bajos.
Además, su disciplina táctica lo
convierte en un apoyo constante y totalmente fiable para abrir el campo y en un
jugador que exhibe una capacidad de desorden que nace paradójicamente desde su
propio orden. Una aptitud que será muy valiosa para un Betis que tiene la
voluntad manifiesta de juntarse en campo contrario y de desordenar al rival
desde la propia ordenación de sus piezas, a lo que se suma la chispa que
Takashi Inui inyecta asiduamente a las transiciones cortas y fulgurantes cuando
su equipo es capaz de robar en campo contrario y a una dotación de amplitud que
acumula y atrae efectivos para favorecer después, por medio del envío lateral a
través del buen pie diestro del nipón, el cambio de orientación al lado
despoblado, muchas veces en la misma zona de gol.
Sin embargo, el éxito del japonés
en el Betis dependerá del propio sistema, que será el encargado de dotar de
sentido al fútbol de un Inui cuya productividad directa es más bien discreta y
que ha venido registrando una media de seis tantos producidos, entre goles y
asistencias, en sus últimas cuatro campañas en el fútbol europeo. El internacional
nipón no es un futbolista que se salga del molde, ni tampoco que busque el
reinicio de la maniobra cuando recibe en el costado y, por sus características,
necesita de un bloque alto, del empuje de los centrocampistas y de que su
equipo sea capaz de rellenar el área con fortaleza para que sus compañeros
extraigan rédito de las segundas jugadas o de los rechaces desde esa segunda
línea. Una pegada menos elaborada, que al Betis le ha costado provocar y llevar
a cabo en último curso. Si como parece, además, también llega al Villamarín
otro «centrador» como Sergio Canales, la sensación es que los de
Setién necesitarán incorporar un nueve más rematador, más dominador por arriba
y que sepa desenvolverse con destreza en las funciones de pívot para poder
sacar todo el jugo a sus dos nuevos centrocampistas ofensivos. A la espera de
despejar estas incógnitas, la gran certeza es que el Betis necesitaba un perfil
como el de Inui y que, encima, le ha salido gratis. Win-win.
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