Existen historias que se empeñan en resumir, en uno solo, los caminos de dos de sus protagonistas. Historias que desembocan en una fiel relación, en una afinidad y un cariño especial. Un claro ejemplo de ello surge cuando hablamos de Movistar Inter y de la Copa de España.
Ciudad Real, y el Quijote Arena, han sido testigos de un nuevo éxito del que, a día de hoy, es el club más laureado de la historia de nuestro fútbol sala. Inter ha conseguido revalidar su condición de campeón en una competición que parece haberle jurado amor eterno.
Un amor que comenzó a forjarse allá por el año 1990. Lanzarote fue la sede de la primera edición de una Copa de España que acabó en los brazos del, por aquel entonces llamado, Interviú Llody’s. A partir de ahí, ambos cogieron derroteros distintos y fueron evolucionando hasta reencontrarse cinco años más tarde en Castellón. En tierras levantinas, Interviú Boomerang conquistó su segundo título.
Todos los amantes del fútbol sala ya vislumbraban la capacidad y el enorme potencial del equipo de José María García. Además, la Copa de España comenzaba a ser una competición diferente, con alma propia… singular cuanto menos y emocionante a más no poder.
Unos iban, otros venían. El trofeo cambió de dueño en varias ocasiones, aunque Inter siempre estuvo ahí. Con mayor o menor regularidad, sí, pero siempre procuró repetir, y lo consiguió.
Han pasado los años y hemos llegado a la 28ª Copa de España, la cual ha tenido lugar sobre una pista mágica que le ha ayudado a crecer, si no que le pregunten a Jaén Paraíso Interior. Tanto ha crecido, que muchos (entre ellos yo) la consideran como la mayor fiesta del fútbol sala español. Fiesta en la que no ha fallado Movistar Inter, convertido ya en toda una leyenda. El final de esta cita, todos los conocemos, ya son diez finales así.
Movistar Inter y la Copa de España, la Copa de España y Movistar Inter. Da igual el orden, ellos se atraen y se vuelven, prácticamente, inseparables.