El Athletic tomó el pasado domingo una decisión sorprendente por lo poco frecuente en este siglo: destituir a su entrenador después de una victoria y con el equipo en novena posición, casi tan cerca de Europa como del descenso. Precisamente, los tres últimos técnicos cesados cuentan con un denominador común: cayeron cuando el equipo se encontraba en la zona roja (Mendilibar, Sarriugarte y Berizzo). Gaizka Garitano se despide sin la oportunidad de dirigir a los leones en una final de Copa del Rey que alcanzó con mucho mérito.
Su salida parecía, sin embargo, cuestión de tiempo. El Athletic vive momentos convulsos, lastrado por una situación económica delicada (el covid-19 tiene parte de culpa), la frialdad que gobierna San Mamés, vacío sin una de las mejores hinchadas de España, y la sensación de que la ambición y el buen juego han dejado de ser prioridad. De ahí las críticas de un sector importante de la directiva y del aficionado en general. La dolorosa derrota en el derbi vasco ante la Real (0-1), sin un solo remate del Athletic entre los tres palos, inclinó la balanza a favor de una destitución, que no se ha concretado hasta el peor momento posible, tras un triunfo merecido ante el Elche, un 1-0 que no acabó por poco en goleada.
En un intento de levantar el ánimo llega al banquillo Marcelino García Toral, uno de los entrenadores con más pedigrí en nuestro país tras hacer maravillas en Huelva, Santander, Zaragoza, Villarreal y Valencia, donde conquistó su primer título levantando la Copa del Rey. Curiosamente, el preparador asturiano fue protagonista de no pocos enfrentamientos con el equipo a que ahora dirige a raíz de criticar lo que consideraba como un arbitraje preferencial. “Al Athletic le favorecen los árbitros muy a menudo», fue la frase más sonada, pronunciada en 2014 durante su estancia en el Submarino. Siete años después, ese pequeño incendio parece más que superado y el prestigio nacional avala a un entrenador con carácter, que prioriza la solidez defensiva al tiempo que le apasiona la verticalidad llevada al extremo. No en vano siempre ha sido un amante del estilo Klopp, tanto en el Borussia Dortmund como ahora en el Liverpool. Encontrar los caminos más rápidos para llegar al gol, una de las asignaturas pendientes de este Athletic. Iñaki Williams y Muniain comparten el dudoso honor de máximo goleador de la plantilla, con tan solo tres tantos cada uno en 17 jornadas.
Que el Athletic necesitaba un cambio en su juego, lejos de ser vistoso y con un uso excesivo del balón parado, era evidente. Y Marcelino es capaz de transformarlo sin romper con la identidad y aprovechando los recursos disponibles. «Si ven a su equipo con esa idea, con esa filosofía que esta entidad tiene y con la que todo un pueblo se siente identificado habremos conseguido el objetivo y estaremos orgullosos de ello», ha señalado el técnico de Villaviciosa en sus primeras palabras como rojiblanco, sabedor de que para un club histórico como el Athletic el esfuerzo y el sacrificio es innegociable.
Tiene mimbres el asturiano para llevar a cabo su plan, sobre todo el de ataque. Ahí aprovechará sin duda la velocidad de futbolistas como Ander Capa, Yuri Berchiche o Iñaki Williams. La necesidad de que los dos primeros se incorporen a zonas ofensivas con asiduidad puede llevar a reforzar los laterales o el centro del campo, siempre consistente en todos sus equipos. El único punto débil tiene que ver con la punta: Marcelino es famoso por contar siempre con cuatro delanteros en su plantilla, con los que rota indistintamente en un esquema de 4-4-2 que casi nunca cambia. Kodro y Villalibre son sus únicos arietes al uso, que seguro formarán pareja con Williams (más móvil) o un reconvertido Raúl García (con más llegada desde atrás).
El nuevo inquilino en el banquillo de San Mamés tiene un difícil desafío. En el Athletic la capacidad de maniobra no es tan sencillo, sobre todo en el mercado. Marcelino, siempre involucrado en la política de fichajes de sus equipos, deberá adaptarse a una situación ajena para él, y estar en permanente contacto con la cantera, clave para la supervivencia de club y la que le ha reportado más alegrías en su dilatada historia, así como pingües beneficios en los últimos años. Al contrario que Valverde, Ziganda o el propio Garitano, tiene un hándicap y es el de no ser un “hombre de la casa”. Cuando vengan mal dadas (y vendrán), no habrá compasión para él.
Su éxito le avala, por supuesto. El Sevilla es el único club en el que no dejó buen recuerdo. Al Recreativo lo ascendió a Primera y alcanzó la octava posición un año después. Con el Racing logró la clasificación a la Copa de la UEFA y disputó unas semifinales de Copa. Logró dos ascensos más, con Zaragoza y Villarreal. Al Submarino lo elevó de entre las profundidades de Segunda para jugar en Europa en apenas un año. Se marchó con el equipo en Champions League, clasificación que también logró para el Valencia, además de la citada Copa del Rey conquistada ante el mismísimo Barcelona. Si hay un ‘pero’ que se le atribuye a Marcelino es la habitual autodestrucción en cada final de etapa. Conflictos con la directiva (con el escándalo de la derrota ante su amado Sporting sobrevolando) y el propio vestuario le llevaron a la destitución en Villarreal. En Mestalla el problema fue con los propietarios, descontentos con las críticas públicas del técnico asturiano por la falta de fichajes de calidad.
Marcelino es una especie de ‘Mourinho’ a la española. Muchos jugadores le tienen en un pedestal y sus logros son indiscutibles. Pero su carácter indomable le ha jugado malas pasadas y se ha ganado demasiados enemigos. Tanto así que es el entrenador más expulsado en Primera División en la última década y la salida por la puerta de atrás en sus últimos equipos no tienen nada que ver con deméritos deportivos si no por conflictos ajenos al terreno de juego. En el Athletic deberá tener cuidado sino quiere meterse en un jardín, tal y como hizo en su momento otro técnico de renombre que dejó alegrías e incendios a partes iguales en Lezama: Marcelo Bielsa.
Con todo, la Liga recupera a uno de sus entrenadores más carismáticos y exitosos, en busca de relanzar a un histórico y posicionarlo en el lugar que se merece. La decisión de la directiva del Athletic, sino polémica cuanto menos discutible, tiene su punto de ambición, de huir del conformismo en tiempos donde es difícil asegurar un futuro prometedor. Para ese cometido, no hay duda de que Marcelino es el hombre.
Imagen de cabecera: MIGUEL RIOPA/AFP via Getty Images
Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).
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