Este mes de diciembre se cumplen nueve años de la confirmación de Christian Streich como técnico del SC Freiburg. El suyo es uno de esos casos atípicos en el fútbol actual, en el que prevalece el proyecto por encima de los resultados y que, además, cuenta con gente de la casa. Streich entró en escena para sustituir a Marcus Sorg, quien al final de la primera vuelta del campeonato tenía al equipo en último lugar, con solo 13 puntos sumados en 17 partidos.
En aquella plantilla había jugadores como Oliver Baumann, Matthias Ginter o Daniel Caligiuri, jugadores jóvenes en aquella época que ahora son muy considerados y tienen mucho cartel. Ginter, incluso, había participado en gran parte de los encuentros de aquella primera vuelta y aún no había cumplido la mayoría de edad. El fichaje de Streich, alguien “de la casa”, dio alas a un equipo que daba señales de estar muy muerto, que encajaba goleadas y al que le costaba la vida ganar. Pero el cambio en el banquillo fue suficiente para reaccionar y conseguir la permanencia desde la humildad, el trabajo y la paciencia.
La confianza la devolvieron Streich y los suyos clasificándose para competición europea al año siguiente, quedándose a cuatro puntos de los puestos que daban acceso a la Champions. Tenían que afrontar un año con tres competiciones jugando dos partidos por semana y eso afectó al rendimiento del equipo. Tanto, que en un par de años pasaron de estar en lo más alto a caer a la Segunda División, algo previsible para un club humilde como el SC Freiburg.
Aunque llegados a este punto cualquier otro club hubiera prescindido ya de su técnico, en el club de la Selva Negra decidieron darle continuidad a aquél que había obrado el milagro de la clasificación europea para volver a estar entre los grandes tras un año en el infierno. Streich no solo devolvió al equipo a primera división, sino que, en su regreso, volvió a clasificar para Europa. Un nuevo hito para sumar a las hazañas del conjunto que en la actualidad viste de rojo y negro. El tiempo seguía pasando y, siempre con el mismo director, la orquesta había vivido un par de años situados en la zona baja. Christian Streich llegó a sonar, incluso, para ocupar el puesto en lo dos transatlánticos germanos, Bayern y Dortmund. Pero ahí seguía, en el club de la Bundesliga que jugaba más cerca de su casa.
El técnico ha conseguido formar esta temporada una plantilla que mezcla veteranía y juventud; el regreso de Jonathan Schmid -uno de los dos futbolistas de la actual plantilla, junto a Alexander Schwolow, que estaban en aquel 2011-, la confirmación de jugadores como Günter o Petersen como líderes indiscutibles dentro del césped o la aparición estelar de Gian-Luca Waldschmidt, que se ha asentado tras su paso por Frankfurt o Hamburgo, donde no había encontrado su sitio. Incluso la aparición de nombres nuevos, como los hermanos Schlotterbeck -uno de ellos cedido en el Union Berlin-, que la temporada pasada llegaron a coincidir en el once titular en algún que otro partido. Así es el SC Freiburg de este año. Un conjunto que, más que tener unas grandes estrellas, funciona como un equipo, en el que todos trabajan y que, con toda la confianza del mundo, rinden al máximo.
El gran inicio de temporada ha hecho que algunos de sus jugadores hayan sido tenidos en cuenta por Joachim Löw para las convocatorias internacionales y no sería de extrañar que lleguen a formar parte del combinado que dispute la Euro 2020. Si no todos, al menos uno. Para que esto ocurra, es importante que continúe la confianza de Streich en los suyos y, sobre todo, del club en el técnico. Ese técnico que les salvó de caer, que cayó con ellos y, en poco tiempo, les llevó a la cima. Ahora, con la misma paciencia que hace años, están recogiendo los frutos de un trabajo a largo plazo que, a pesar de haber tenido momentos oscuros, siguió con vida, con la esperanza de poder repetir por tercera vez la oportunidad de llegar a jugar partidos en el viejo continente.
No es fácil en el fútbol actual ser un Ferguson o un Wenger. Para ello se debe estar en un equipo ganador y el SC Freiburg no lo era. Christian Streich debe mirarse en el espejo de Thomas Schaaf, un técnico que se mantuvo varias décadas en las filas del Werder Bremen, tanto siendo jugador como entrenador. Streich, como Schaaf en su día, tiene una forma propia y particular de ver el fútbol y, lo que es más importante, un proyecto y unos jefes que confían en su trabajo. Para estos jefes, el resultado es secundario, aunque también tiene su cuota de importancia. Están demostrando que la paciencia es algo compatible con el deporte de alto nivel y que, con el buen trabajo, esos resultados llegarán o, al menos, se competirá para conseguirlos.
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