El otro día, buscando resguardarme del frío invernal, acabé
en una tienda de deportes del centro de la capital. Allí me topé con un tipo
curioso y de habla británica. Vestía los pantalones de London Irish
Rugby, usaba un gorro naranja eléctrico totalmente llamativo del
equipo ciclista Euskaltel Euskadi y lucía una sudadera azul marino, de
marca Reebok, pero cuya mochila ocultaba parte del escudo que asomaba por el
pecho. Con todo, deduje, era el emblema del Bolton Wanderers. No era un
tipo ganador en sus elecciones. Acabó, por cierto, comprando una gorra de
los All Blacks. Imposible ser más llamativo. Puede que estuviera buscando
un hobby alternativo para lo que le puede venir en el futuro.
El Bolton, quien fuera uno de los 12 fundadores de
la Liga Inglesa allá por 1888 y que tiene más de 140 años de historia,
no está en el mejor momento de su larga trayectoria. Por no decir que está en
el peor y que no sería de extrañar su desaparición a corto plazo, como
le pasó a su archienemigo Bury FC y como estuvo a punto de sucederle a
él este mismo verano.
Y es que el equipo que hace no mucho se colaba entre los
grandes de la Premier League y paseaba por Europa (eliminó al Atlético
del Kun Agüero y Forlán de la UEFA en 2008, sin ir más lejos), hoy es el
colista de la League One, la tercera división del fútbol inglés, y está
inmerso en un huracán que apunta a terminar de la peor manera posible.
Su caída, en picado, enseña que esto del fútbol negocio
no es un videojuego. Que lo que un día está arriba al siguiente se pone bocabajo
y que no todo es color de rosas. Porque el equipo que lució en sus filas
futbolistas de la talla de Anelka, Nakata, Hierro, Marcos Alonso, Kevin
Nolan, El Hadji Diouf o Gary Speed, hoy tiene solo tres futbolistas
profesionales y tuvo que jugar las primeras jornadas de Liga con muchachos
del filial por los impagos a los de la primera plantilla.
El equipo se salvó sobre la bocina de desaparecer,
siendo engullido a última hora por una multinacional formada por pequeños
empresarios de la ciudad que compró al equipo y se hizo cargo de parte de la
millonaria deuda que le asolaba, pero eso no impidió una sanción de la FA
de 12 puntos al inicio de esta campaña y la estampida que se produjo en la
plantilla y en todo lo que tiene que ver financieramente con el equipo. Las
marcas se esfumaron, los patrocinadores huyeron y hoy el equipo luce una
camiseta fabricada por Infinity Apparel, una marca totalmente
desconocida en el panorama fútbol.
Hace solo ocho campañas, el Bolton campaba a sus anchas
por la Premier League, con una plantilla notable y con futbolistas
absolutamente capacitados para mantener la categoría. Marcos Alonso, Gary
Cahill, Martin Petrov, Ivan Klasnic, Reo Coker, Gael Kakuta, Jaaskelainen,
David N’Gog o Dedryck Boyata sobresalían en una plantilla en la que el coreano
Lee Chung-Yong apenas compareció por lesión y en la que el percance de
Fabrice Muamba a mitad de temporada dejó helado a todo el panorama fútbol.
The Trotters, apodo usual del equipo, perdió la
categoría por solo un punto en la última jornada, cuando la plantilla daba
para mucho más. El retorno, si bien es complicado en una Championship siempre
tan competitiva, se antojaba muy factible para un equipo histórico, un clásico
que, pese a sufrir la pérdida de muchos efectivos, era un atractivo en el
que jugar. Pero tras un año donde se rozó el playoff, las cosas no
fueron nada bien y en la tercera temporada bordeó un descenso que se
consolidó el curso siguiente, cuando acabó colista con solo 30 puntos. Un
nuevo ascenso inmediato dio algo de esperanza, pero en la 2018-2019 el equipo
volvió a perder la categoría.
Todo ese sainete de malos resultados atiende a una crisis
deportiva que es la prolongación de una mala planificación financiera que
estalló definitivamente el año pasado. Los problemas se dejaron ver mucho más a
principios de 2019, con jugadores en huelga por no percibir sus salarios,
partidos no disputados, deducción de puntos y una situación a veces hasta
alejada del fútbol amateur. No disponían de material para entrenar y
a veces ni siquiera de agua para las prácticas.
La realidad actual es trágica, con el equipo, a estas
alturas del campeonato, colista con solo dos puntos (empezó el curso con
-12), pero ha surgido en las últimas jornadas un rayo de esperanza y es
que en los cinco partidos recientes ha cosechado tres victorias y un empate,
siempre sostenido por los tantos de un goleador inmortal como Daryl Murphy,
como pez en el agua en estas categorías. Con todo, y con casi la mitad del
campeonato ya disputado, es difícil pensar en la salvación de un equipo
que necesitaría un milagro para mantenerse en la tercera división y no caer en
el olvido de la League Two.
Su situación recuerda a la que vive otro clásico del fútbol
inglés como el Sunderland, que desde que descendió de la Premier League
hace unas temporadas no para de dar tumbos entre Championship y League One. Hoy
comparte categoría con el propio Bolton. Y es el fiel espejo de lo que una vez
sufrió la Fiorentina, de lo que acaba de vivir Palermo, de lo que
le ha sucedido al propio Bury, de un Portsmouth al que está
calcando los pasos o de lo que le pueda suceder al Deportivo de la Coruña,
colista en Segunda División. Porque los aficionados que hace una década
celebraban los goles de Gary Speed, Anelka o Nolan hoy apenas conocen a los
integrantes amateur de su plantilla.
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