Empate que no ahoga el sueño rojiblanco

El Athletic Club no consiguió romper el muro del Rangers en Ibrox y tendrá que apelar, una vez más, al embrujo de San Mamés. El empate sin goles mantuvo la eliminatoria en suspenso, con la sensación de haber dejado escapar algo grande, pero con la convicción de que todo se resolverá donde el rugido del Athletic retumba con más fuerza.

El guion parecía perfecto: superioridad numérica desde el minuto 13 por la expulsión de Pröpper, un penalti a favor en la segunda mitad, dominio del balón y un rival que terminó con nueve hombres. No obstante, una condición favorable puede suponer una defensa anclada atrás, lo que parece ser un lastre para los de Valverde. El Athletic impuso ritmo y carácter, pero le faltó claridad y precisión en los últimos metros. Volvió a aparecer esa versión espesa, sin filo, que ya lleva tres partidos sin marcar aunque, cuatro sin encajar.

A pesar de ello, el partido no fue malo. Hubo momentos de buen fútbol, de contras a un toque, de asociaciones rápidas, de presión tras pérdida y recuperación alta. Los datos respaldan la sensación: 562 pases, 87% de precisión, 19 tiros, un xG de 2.81. Métricas que no se veían tan a favor desde la noche en que se tumbó a la Roma en Bilbao. 

Pero también hubo signos de falta de frescura. Solo un 37% de acierto en regates, poca contundencia en los duelos y demasiada ansiedad en los metros finales. Berenguer, que marcó un gol anulado por fuera de juego, tuvo en sus botas el 0-1 desde los once metros, pero su disparo fue repelido por el héroe local, Liam Kelly.

El Rangers, sin apenas balón y con una defensa reconvertida por necesidad, resistió con orden. No brilló, pero supo sufrir. Ferguson dejó en el banquillo a su portero titular y apostó por un plan físico y solidario, que mantuvo a raya a los leones incluso cuando las piernas ya no daban más.

Próximo destino europeo: San Mamés, que no olvida la última noche mágica. Contra la Roma, también se llegó con dudas y con un resultado adverso. Y aquel día, la Catedral rugió como nunca. El Athletic no lo dejó encarrilado en Glasgow, pero sí lo dejó con mucha vida.