Creo que no me equivoco cuando digo que casi todo el mundo ha jugado alguna vez a ‘¿Dónde está Wally?’ Personalmente, nunca fui un gran fan de sus libros pero hay una cosa que debo admitir, y es que cuando era un niño y tenía que acompañar a mi madre a la librería, siempre veía a Wally -en la portada, por supuesto- al lado del mostrador. Mientras ella se quedaba un rato de charla con la dependienta, yo me estrujaba el cerebro intentando encontrar al dichoso gafotas. No me sentía bien conmigo mismo si no lo encontraba y, si cuando debíamos marcharnos todavía no lo había conseguido, remoloneaba un rato intentando ganar tiempo, tenía claro que lo iba a encontrar. Pues bien, me ocurre algo similar con Emre Mor.
Mor llegó a Vigo con cartel de futura estrella. Fue un fichaje complejo y caro para un club como el Celta pues el joven turco tenía pretendientes con mucho mayor presupuesto y prestigio. Tanto es así que Emre Mor se convirtió en el segundo fichaje más caro de la historia del club, solamente superado por el de Catanha. Quizá las expectativas fueron muy altas, quizá el futbolista no supo adaptarse a un cambio tan radical, quizá simplemente no estaba preparado, pero todos sabemos lo que puede llegar a ser.
Es un jugador diferente, no tiene complejos con la pelota pues no le importa encarar a Sergio Ramos, a Virgil van Dijk o a su hermano Hüseyin Mor. Su centro de gravedad bajo le permite ser muy ágil y rápido a la hora de regatear y su calidad técnica es la sombrillita de un cóctel que asegura la consecución exitosa de dichos regates.
Pero también es cierto que todo esto son especulaciones en base al pasado y al perfil de jugador que es.Desde que “está” en Vigo solamente ha dejado destellos fugaces de toda esa calidad, los últimos en pretemporada ante equipos como el Lugo y el Sporting de Gijón. En aquellos partidos, los aficionados celestes creímos que por fin esta podía ser la temporada. A Emre se le veía con actitud, con ganas de revertir la situación y de compensar los años anteriores en los que se había marchado cedido (Galatasaray y Olympiakos) a raíz de varios episodios de mal comportamiento e indisciplina. Todos confiábamos en que este año iba a brillar. Pues no, no pasó.
Sus continuas lesiones le han quitado las oportunidades y la continuidad que necesita para ganar en confianza y poder cumplir las expectativas. Tras dos o tres partidos de liga en los que parecía que se afianzaba, comenzó a romperse y, una temporada más, la estrella sigue apagándose.
Emre Mor ha sido avistado en las viñetas de Dortmund, de Estambul, de El Pireo e incluso en la de Dubái, donde se le veía recuperándose de su pubalgia, pero donde yo todavía no lo he visto es en la de Vigo. Todavía lejos de encontrar el nivel deslumbrante que se preveía, yo sigo remoloneando y confiando en que, si mi madre me da un poco más de tiempo, lograré encontrarlo.
Pronto habrá que definir el futuro de Mor. Su contrato vence en junio de 2022 y, con intenciones nulas de que se marche libre, en el Celta deben decidir cuanto antes si seguir depositando confianza y esfuerzos en él, o por el contrario, si deciden que lo mejor es que busque oportunidades en otro club. Después de todo, teniendo en cuenta la situación actual del mercado y la devaluación del precio del jugador, es casi un hecho que tendría ofertas de las principales ligas europeas. Para mí, venderlo sería un error pues me parece que sería como marcharse de la librería sin haber encontrado a Wally. Ah, y perdiendo 12 millones de euros.