En 1958, el dictador cubano Fulgencio Batista quería transmitir una imagen de país apacible mientras se libraba una guerra en la sierra contra los guerrilleros de Fidel Castro y para ello pensó que el mejor escaparate era una carrera de Fórmula 1 con el campeón Juan Manuel Fangio. Pero el piloto argentino nunca llegaría a su puesto de salida.
La noche del 23 de febrero, Fangio preparaba los últimos detalles de la carrera con su mecánico cuando se dirigió hacia el comedor del Hotel Lincoln. En el recibidor lo paró un guerrillero trajeado que, con voz pausada, le dijo: «Acompáñeme. Está usted secuestrado por el Movimiento 26 de julio».
Al principio Fangio pensó que se trataba de una broma de un admirador, pero la pistola que le mostró Manuel Uziel lo convenció para subir al Plymouth que lo esperaba en la puerta del hotel en una bulliciosa calle de La Habana.
Durante un par de horas recorrieron la ciudad cambiando de coches pensando así despistar a la policía. Durante el recorrido lo intentaban convencer de que no tenía que temer por su vida.
«Pues vaya despacio y verá que todo sale bien», le dijo Fangio a Ángel Fernández Vila, el chofer del automóvil que lo conducía a alta velocidad por las calles nocturnas de La Habana.
El destino final fue un chalet en el residencial barrio burgués de Nuevo Vedado. Los secuestradores pensaron que nadie lo buscaría en una casa contigua a la de una amante de Rafael Díaz-Balart, un alto funcionario del régimen de Batista.
«Necesitábamos demostrar que no éramos los bandidos y asesinos que Batista nos acusaba de ser. Así que decidimos tener a Fangio como huésped durante 24 horas», aseguró años después Arnold Rodríguez, uno de los captores.
La competición no formaba parte del calendario oficial de la Fórmula 1, pero los premios, las paradisíacas playas cubanas y la vida nocturna de La Habana, sirvieron como la mejor publicidad para convencer a los pilotos para participar.
El icónico paseo marítimo de La Habana, conocido como el Malecón, sirvió de pista de carreras para un circuito que prometía grandes velocidades y curvas peligrosas bajo el sol pegajoso del Caribe.
La noticia del secuestro rápidamente recorrió las portadas de los periódicos de todo el mundo, aunque Batista prefería no darse por enterado pensando que el inicio de la carrera dejaría en el olvido a Fangio. La competencia fue un auténtico fracaso.
El piloto británico Stirling Moss se puso rápidamente en cabeza de la carrera, pero en la sexta vuelta, el corredor cubano Armando García Cifuentes patinó sobre una mancha de aceite y chocó contra el público.
El saldo del accidente fue de siete muertos y 40 personas resultaron heridas. En ese momento la carrera se detuvo y Moss fue proclamado como el ganador de Premio de Fórmula 1 de Cuba de 1958.
Durante la carrera, Fangio no quiso seguirla por televisión ni por radio: prefirió escuchar música mientras sus captores negociaban con el embajador argentino las condiciones para su liberación.
El punto de la entrega sería un apartamento de uno de los agregados militares argentino situado en un edificio frente al Malecón habanero, donde acudiría el embajador sin policía.
«Estos son mis amables secuestradores, mis amigos los secuestradores», dijo Fangio a un sorprendido embajador argentino tras ser liberado cerca de las 23 horas del 24 de febrero, tras más de un día de haber estado cautivo.