A Mark Twain se le atribuye una reflexión en la que el escritor americano explica que es capaz de vivir de un buen elogio un par de meses. Si lo tomamos como premisa, Marco Asensio pudo haber terminado su carrera con el masajeo justificado que se le brindó cuando en aquella Supercopa de España trituró al Barça primero en el Camp Nou y luego en el Bernabéu. Pero, serán los tics de los genios, al mallorquín siempre le queda más.
La rabia condensada en su golpeo de ayer contra Las Palmas, acumulada durante unas jornadas donde menguó su brillantez, debe ser el espolón de un equipo al que no le viene del todo mal abrir telediarios, más aún en tono elogioso. El Madrid, coqueto por naturaleza, le debe mucho a los piropos oportunos.
Lo que hizo el jovencísimo talento del Madrid -máximo goleador del equipo en Liga- no es, sin embargo, un capricho de galería, aunque irremediablemente deba quedar ahí, sino el epítome de un partido donde brindó mucho más: personalidad, compromiso, inteligencia y esfuerzo. Nunca está de más recordar lo que enorgullece, sobre todo en tránsitos convulsos.
Con Cristiano Ronaldo en su particular via crucis con el gol y con un Benzema que chirría, acosado por el inquietante zumbido de Morata al otro lado del Canal de la Mancha, Asensio regaló a Casemiro el primer gol, comandó la jugada en el gol de Isco, trabajó en defensa y dinamizó los movimientos del Madrid cuando el equipo sesteaba. No es un mal remedio para abotonar las cicatrices.
Luego estuvo Jesús Vallejo, debutante en Liga, académico, canónico, con aspecto de asesor contable y maneras de central solvente. Tiene 20 años y uno de ello lo pasó de Erasmus en Alemania, en el Eintracht de Frankfurt, donde deslumbró. Contra Las Palmas demostró que es un defensa de garantías, sin alardes estéticos, pero fiable. Discípulo aventajado de la pulcritud alemana.
No es sencillo debutar en el Bernabéu. Menos fácil es hacerlo bien y mostrarse seguro. Vallejo lo hizo todo bien, aunque pareciera que no hizo nada, debido a su proverbial sobriedad. Aguantó los 90 minutos y salvó al Madrid de alguna acción peligrosa de Las Palmas. En algunos aspectos recuerda a Nacho. Su ortodoxia puede aliviar a un Madrid que de un tiempo a esta parte se ha mostrado dubitativo en defensa.
Dos concepciones distintas de entender el fútbol. También la vida, que muchas veces confluyen. Fogosidad y Academicismo. Asensio y Vallejo. La mezcla, con el permiso de Isco, puede convertir a un Madrid raquítico en un equipo arrebatado, pero fiable. Quizás el camino lo deban marcar dos veinteañeros de caracteres opuestos. A veces la juventud, cuando la experiencia se enquista, es salvadora.
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