
En una Fiorentina que ha
cambiado más de media plantilla con respecto al curso anterior, un joven de 20
años se ha quedado como el guardián de la identidad viola, como el futbolista
que la grada más siente como propio, con el jugador con el que más fácil es identificarse.
Y no solamente porque Federico Chiesa lleve en el club desde
los diez años, haya declarado su afecto perpetuo por los colores para los que
juega y sea uno de los jóvenes más prometedores del país, sino también, y sobre
todo, por su estilo de juego y su carácter.
Tras un aprendizaje más polifacético en cuanto a
funciones y posiciones de la mano de Paulo Sousa,
un background importantísimo que siempre le acompañará y con
el que ir acomodando su entregada forma de entender el juego, Federico Chiesa
se ha asentado con Pioli como un extremo diestro, ya sea con un rol más clásico en un 4-3-3 o con mayores licencias
interiores con un 4-1-3-2, dentro de un equipo que está dejando mejores
sensaciones que resultados gracias, en parte, a individualidades como la suya,
pese a que su genio no pertenezca al de la clase de chicos tocados por la
varita del más puro talento técnico.
El fútbol de Chiesa está construido a base de
voluntad y esfuerzo. Es
un futbolista veloz, con un primer paso cargado de reprís para el desequilibrio
en el uno contra uno, es disciplinado en los repliegues pese a su marcado afán
ofensivo, es instintivo, encarador, fajador, sabe utilizar su cuerpo y su
potencia y compensa una reiteración todavía demasiado presente en el
ensayo-error, con una muy activa actitud en la presión tras pérdida propia o
ajena.
Además de su loable constancia y su potencia de
piernas, en Chiesa destaca especialmente el sentido con el que acomete cada
acción, sobre todo en los movimientos sin balón. Su mejor virtud actual
es su manera de posicionarse a cada instante, de nunca dejar de moverse, lo
que Raúl definía como «permanecer en movimiento mientras
los demás se detienen a observar qué pasa» sin dejar por ello de observar
y entender el juego, de pedirla constantemente y de ofrecer siempre en cada
zona del campo la mejor de las posibilidades para que sus compañeros le hagan
llegar la pelota, entendiendo a su vez, de forma muy natural, la formación de
triángulos para el avance de la acción y la mejor forma de despejar el carril
para favorecer las sinergias con el lateral contiguo.
Su trabajo sin balón es, por tanto, encomiable y
vital, junto a sus rupturas al espacio orientadas al arco y su sentido de la
verticalidad, para que la Fiorentina encuentre la profundidad que Pioli busca y
requiere en sus equipos, a través de una idea habitual enfocada a castigar en
transiciones ofensivas fulgurantes. Chiesa supone por sí mismo un arma que
apenas requiere nada más para, con su velocidad, estirar el bloque y amenazar
el pico del área, incluso después de haber realizado una carrera de muchos
metros, suponiendo una amenaza asible también en los contextos de juego más
complicados para su equipo.
Sin embargo, a pesar de esa facilidad que posee
para asomar por zonas de creación de peligro palpable y su enorme influencia en
el colectivo, Chiesa es aún un futbolista de cantidad más que de
calidad, que no siempre elige y decide de la mejor forma a la hora de
finalizar jugadas, de alzar la cabeza para poner el centro lateral o llevar a
cabo el disparo yéndose hacia dentro. Unos «vicios» que encuentran
parangón en compañeros de demarcación como puede ser Antonio Candreva,
aunque en el de la Fiorentina se intuye ya un menor grado unidimensional y un
abanico de jugadas que debería mejorar y aumentar progresivamente a lo largo
del tiempo, al menos hasta que se convierta en un futbolista 100% hecho. Y es
que conviene no olvidar que estamos ante un jugador de apenas 20 años, que con
todos esos ingredientes -instinto, entrega, raza, liderazgo incipiente,
carácter ganador y regularidad- solo puede hacer una cosa: seguir creciendo.
“Todavía
existen jugadores que viven el fútbol como una pasión y aman ligarse para
siempre a unos colores y a una misma camiseta. Yo me cuento entre estos”
el talento de la otra joya reciente surgida del vivaio viola, su tocayo Bernardeschi,
pero no por ello quiere decir necesariamente que su techo vaya a ser más bajo
si no deja de explotar su esencia futbolística y, además, va puliendo su
registro y decisiones técnicas en los últimos metros. He ahí la gran incógnita.
Tras demostrar sobradamente que es un futbolista hecho para la élite, de tener
nivel y calidad para una llamada de la selección que más pronto que tarde
llegará y de erigirse en el jugador franquicia de una afición cultivada en el
desengaño de sus ídolos en un trasvase casi cíclico, en su mayoría, al más
odiado rival; el siguiente paso para el 25 de la Fiorentina es saber y hacer
saber si podrá, con el tiempo, elevar su nivel futbolístico de Chiesa a catedral.
Y a nivel icónico, en una Fiorentina muy necesitada de referentes, saber y hacer saber si podrá pasar de ser
el nuevo jugador franquicia a un absoluto símbolo, tal y como lo es el Duomo de
la ciudad de Florencia.
Sevilla. Periodista | #FVCG | Calcio en @SpheraSports | @ug_football | De portero melenudo, defensa leñero, trequartista de clase y delantero canchero

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