Un huracán de sentimientos aflora en cada aficionado al fútbol de bien cuando recuerda a Sir Steven Gerrard, ese chico tímido que tuvo la oportunidad de debutar en Anfield a la temprana edad de 18 años, enfundado en la elástica que siempre amó: la del Liverpool FC. Símbolo de un movimiento, de la capitanía de uno de los clásicos del Reino Unido, se hizo, a base de trabajo y esfuerzo, con un hueco en el corazón de los amantes de este bello deporte.
Su despedida, emotiva. No podía ser de otra forma, el chico que envejeció orgulloso de ser red se lo merecía. Concentrarse en el vestuario, tocar la placa que tantos años lleva contándonos que «Esto es Anfield« y a darlo todo. A disfrutar. Steven conocía el procedimiento, eran muchos años haciéndolo. Sin embargo, ese último paseo, ese recorrido que tan bien conocía, tenía algo que lo hacía completamente diferente. En sus brazos, acostumbrados a representar al equipo con la responsabilidad que un brazalete de capitán supone, sujetaba a su hija pequeña, Lourdes, que tenía solo cuatro años. El partido era lo de menos. El resultado, anecdótico. Saltó al verde el último, para recibir el homenaje que se merecía. La grada lucía un espectacular mosaico, honorando su vida dedicada al club. Se notaba la emoción en sus ojos, pero no se alteraba. Con la misma templanza que utilizó para levantar la Champions en 2005, subió las escaleras que conectaban la cancha con el túnel de vestuarios. Pasillo de honor. Al alcanzar el campo, jugadores de ambos equipos, técnicos, colegiados y personal de seguridad le recibían con los aplausos más sinceros que escucharemos jamás. Llegaba el momento, el You’ll Never Walk Alone más emotivo que Anfield recuerda, y ya van muchos. Dejó a sus hijos en el suelo y se limitó a aplaudir. Alzó los brazos y reconoció al respetable su entrega y agradecimiento a su labor. Ser capitán Red es una difícil tarea, pero sé, sabemos, que dejaste el brazalete en un lugar muy alto.
Steven Gerrard | Getty
Ahora, todo a cambiado. Tu ‘retirada’ del fútbol de élite europeo te llevó a la MLS donde llevaste una vida más tranquila, que duda cabe. Los Ángeles Galaxy tiene el honor de haber contado con una auténtica leyenda en sus filas. Sin embargo, ese maldito 24 de noviembre de 2016 sucedió lo que todos nos temíamos pero nadie quería escuchar: paraste. Nos dejaste con las ganas de ver a un Gerrard eterno aunque, si lo piensas fríamente, ya lo eres. Claro que lo eres. Con la discrección que siempre caracterizó a tu carrera, pusiste punto y final a una vida dedicada a este hermoso deporte. A 18 años en un verde que siempre te va a recordar.
La grada de Anfield te echa de menos, pero siempre te recordará cantando eso de «Steven Gerrard, Gerrard, he’ll pass the ball 40 yards…».