Dicen que si cuentas una mentira 1000 veces acaba siendo verdad, dicen -ellos- que las mentiras que se convierten en verdad a menudo son hipérboles de alguien que cruza la línea entre lo ordinario y lo fantástico. Y luego están aquellas que como en la fábula de Pedro y el lobo son aleccionadoras.
El lobo se comió a caperucita roja esta vez, y no hay cazador que le haya salvado, no hay guardabosques que haya oído el grito de auxilio de una caperuza roja que agonizada mirando al animal con miedo reflejada en los ojos de su depredador. Así se encontró el Bayern bajo el cielo de la capital de la Baja Sajonia, a la desesperada en un intento suicida frente a su verdugo. Se descubría entonces la mentira de la que muchos habían hecho una verdad absoluta: “el Bayern es invencible, no tiene rival”. Pero si que lo tiene, y al frente de la manada de lobos tienen a un belga llamado Kevin de Bruyne.
Atravesando una de las etapas más tristes emocionalmente tras la muerte de Junior Malanda, el Wolfsburg cogió energía mirando un hermoso tifo de los fans, rodeado de corazones y de aplausos en memoria de un joven a quién sus compañeros echan de menos. Y entonces el lobo se relamió los colmillos esperando hincarle el diente a una caperucita roja que como Pedro en su fabula fue quizás demasiado temeraria en tomar como certezas las premisas de un argumento. Y fue el declive, el desastre, la descomposición hasta el último trocito del equipo de Pep Guardiola. Y en esto hemos de ver más el mérito del VfL Wolfsburg que el demérito del propio club Rekordmeister. Un partido sórdido de Bundesliga que pilló a todos por sorpresa.
El técnico del Wolfsburg, Dieter Hecking, tiene a su disposición una de las mejores plantillas del país -aún sin llegar al nivel del club muniqués-, y su planteamiento de juego es básico, sentido y pasional, recto y en vertical, es un fútbol más visceral y más de corazón. El Wolfsburg se agazapa, tapa los huecos y luego se lanza tras su presa llevándose el balón con él. Perisic, Caliguiri y de Bruyne son los encargados de morder y atacar hasta que la pelota queda reposando en el fondo de la red. Los lobos mordieron, mordieron pronto, con rapidez, con precisión, y volvieron a morder, aprovechándose de cada espacio que el Bayern indefenso dejaba a la espalda de sus centrales. Los bavaros intentaron lo poco que se les ocurrió, o lo poco que pensaban que sería de ayuda. La manada encerró al primero de la tabla, arrinconó a su presa contra la pared y probó que a veces uno no debe fiarse de lo que dicen, uno debe dudar, debe preguntarse, y debe -por encima de todas las cosas- ser escéptico con aquellos que aseguran el futuro de manera tan rotunda. El equipo del técnico catalán se vio inseguro, confuso y acabó pagando una defensa muy adelantada de la que los mediapuntas rivales sacaron oro puro.
Ahora bien, no hay que dramatizar, es la primera derrota del FC Bayern en lo que llevamos de temporada en la competición doméstica. No vamos a pedir la cabeza de Pep en una bandeja de plata, pues todos los equipos tienen altibajos y tan legítimo es perder como ganar, siempre y cuando uno sea fiel a sus ideas, y Guardiola lo fue. Sin embargo el de Santpedor no puede jugar con el equipo, sólo darles directrices. Ahora hay que esperar a ver si el martes los futbolistas encuentran de nuevo sus huellas sobre el césped y sobre el camino a seguir marcado por el ex-jugador de la masia.
Hay fe en Guardiola en la cuidad de Múnich, pero como él mismo dijo hace poco más de un año: “en algún momento perderemos». Pero a pesar de las advertencias de Pep, como Pedro, hicieron oídos sordos y al final llegó el lobo y se los comió.