Olga TORRES | Si uno quiere darle un cambio a su casa, le hace una reforma: tira alguna pared, las cambia de colores o les da a los muebles otra orientación. Si tú eres seleccionador nacional y quiere darle a tu equipo un toque diferencial, puedes buscar muchas piezas nuevas, o puedes convocar a un especialista. Eso es lo que ha hecho Valero Rivera en Catar, con la nacionalización de Danijel Saric “el reformista”. Con un solo gesto, el seleccionador ha conseguido darle a su bloque en construcción ese plus diferencial que tienen las selecciones que aspiran a tener protagonismo en una gran competición.
El guardameta del FC Barcelona, como ha demostrado en el duelo inaugural ante Brasil, es de los jugadores que pueden ellos solos ganar un partido. Saric tiene un poco de albañil, construyendo un muro firme, templado y seguro, trasladando las notas de su personalidad bajo los palos que defiende. También un poco de electricista, capaz de cortar el fluido del ataque del rival, al tiempo que carga de energía a la ‘cuadrilla’ de su defensa. Se le añade también un toque de fontanero porque consigue hacer un efecto embudo con los rivales, que tienen que redoblar esfuerzo físico y mental para conseguir encontrarle una grieta. Y junto a todo esto, una pizca de arquitecto, que mueve las piezas que le rodean y las haces mejores, que traza jugadas desde su arco hasta el marco contrario.
Todas estas partes, componen un extraordinario jugador, con una excelsa trayectoria, con un yo forjado por un pasado marcado por una guerra, algo que reconoce que hace madurar. Es una situación que rompió un país y desmembró sus piezas en muchas partes, algunas brillantes como el propio Saric.
El arquero no habla, lo hacen sus gestos y sus números, como el 47% de paradas ante los brasileños. También los hacen sus acciones, como el interpretar el himno de tu nuevo tercer país, como si fuese el tuyo de toda la vida.
Eso sólo lo hacen, los que viven la vida de un modo muy intenso, con la pasión e ilusión de la primera vez. Lo hacen los que se empeñan en hacer bien lo que mejor saben hacer, en lo que son especialistas y en aquello de jugar al balonmano y parar, el nuevo Danijel Saric, sabe un rato.
Es alguien tan grande que se merece hasta un refrán en su honor, una reforma al clásico: “uno no es de donde nace, sino de donde pace” para dejarlo en “uno no es de donde nace, sino de donde las cosas bien hace”.