Esteban GÓMEZ – Se esperaba partido de altos vuelos en el siempre mítico estadio de Anfield. Un partido con el cartel de las grandes citas abría la jornada entre Liverpool y Arsenal, dos de los equipos más potentes y más en forma del fútbol inglés y europeo. Y como suele ocurrir en la Premier League, los grandes encuentros no suelen defraudar.
Quien esperara un gran partido se decepcionaría, ya que fue más que eso. Show absoluto del Liverpool en una primera parte de ensueño, que se tradujo en un absoluto 4-0 antes del minuto 20, lo que presentaba en el horizonte, para los soñadores, una goleada histórica. Finalmente, el Liverpool lograría una más que trabajada victoria por 5-1 que les permite meterse en la lucha de la zona alta.
Arsene Wenger no daba crédito a lo que estaba presenciando desde la banda. Un equipo que contaba en sus filas con jugadores de la categoría de Mesut Özil, Wilshere, Oxlade-Chamberlain o Giroud, entre otros, estaba sucumbiendo ante un Liverpool que buscaba ganar como fuese, para no finiquitar sus opciones matemáticas del título.
Cuando Skrtel colocaba el 1-0 en el luminoso de The Kopp a los 55 segundos muchos pensarían de forma diferente. La afición local pensaría en goleada histórica, mientras que el sector visitante maquillaría pensando que quedaba todo el partido por delante y, entonces, marcar dos goles no era un reto tan importante como pareciese. Pero no. Recital de los de Brendan Rodgers ante un Arsenal que, sobretodo en defensa, a balón parado, hicieron aguas.
Comenzaba un exigente calendario de partidos para los Gunners ante rivales de entidad, ante equipos de mucho nivel que, evidentemente, les haría exigirse al máximo para conseguir resultados, para no venirse abajo y para seguir manteniendo sus opciones en toda competición que disputan.
Sin embargo, como ocurrió en una situación similar en el pasado mes de Diciembre, cuando los de Wenger perdieron una importante distancia en la tabla respecto a sus perseguidores, las cosas se complican más de la cuenta. Una goleada inesperada, que vuelve a colocar una tormenta importante en el Emirates Stadium. Una cita importante, más todavía teniendo en cuenta cómo está la cabeza de la tabla, junto a Manchester City y Chelsea, en la que los londinenses recibieron un auténtico recital en contra en el primer tiempo, que evidentemente les noqueó para el resto del partido.
Motivación, o duro golpe a los pocos segundos de partido. Lo que es cierto que este Arsenal muestra dos caras antes rivales de entidad, fuertes, y ante otros aparentemente inferiores. Hoy, en una gran cita, nuevamente, los Gunners sucumbieron, y lo más preocupante, no supieron hacer frente a una derrota más dolorosa de lo que se preveía antes del partido.
Muchas críticas para el encuentro de Mesut Özil, que no faltó a su cita con su particular irregularidad y que, en citas de este calibre, se acentúa todavía más. No hubo reacción del Arsenal, que estuvo falto de carácter, de reacción, sin esperanzas reales de poder hacer frente a un poderoso, a la vez que sorprendente, Liverpool que se reengancha en la pelea de la zona alta de la tabla.
Es raro, pero los de Anfield golearon en casa y su máximo artillero, Luis Suárez (con 23 goles) no logró marcar, pero eso no supuso pega alguna para que la parroquia local le ovacionara tras ser sustituído.
Arsene Wenger tiene trabajo de cara a los próximos partidos, y no tanto a nivel deportivo, puesto que ya han demostrado que cuentan con un gran nivel competitivo, sino a nivel psicológico, ya que la carga de partidos va a ser importante, y ante rivales de mucho nivel que puede abrir la Caja de Pandora, que puede desencadenar una tormenta torrencial sobre el Emirates Stadium. Prácticamente la temporada en juego en las próximas semanas, tanto a nivel local como europeo.
Sorpresas en ambos clubes, tanto para bien en el Liverpool como para mal en el caso del Arsenal.
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