Álvaro García-Dotor Baglietto | Cómo explicarte lo que has supuesto para mí. Cómo explicarte lo que representas, la perfección de la unión del talento y el trabajo. Cómo explicarte, que tu legado quedará para siempre. Kobe Bean Bryant.
Tu paso directo del instituto a la NBA, sin pasar previamente por la universidad, ya daba muestras de tu determinación. El tiempo es oro. Pudiste hacer historia en el campeonato universitario como tantos otros mitos, pero lo primero era lo primero. Cuanto más tiempo entrene en la élite del baloncesto mundial, más fuerte me hare, debiste pensar. Ya con 16 años ibas diez pasos por delante de toda tu generación.
Te eligen en el número 13 del Draft de 1996, por detrás de algunos ilustres como Iverson, Marbury, Allen, Walker, pero no te conformas con el 13, vas a demostrar que se han equivocado, que eres el número 1, y no sólo de la generación de ese año, sino el mejor de todos, los que habían sido, los que eran y los que serían. Por otro lado, gracias a ser elegido tan detrás, te uniste al equipo por el que siempre sangrarás púrpura y oro, los Ángeles Lakers.
De aquí en adelante, tu presencia en la liga durante los siguientes 20 años se resume en una constante obsesión. Obsesión por ganar, obsesión por el trabajo, obsesión por Michael Jordan, en definitiva, obsesión por ser el mejor.
Fuerzas tu cuerpo al límite de lo humano (si es que alguna vez lo fuiste), llevas a todos tus compañeros hasta el sudor y lágrimas, no comprendes la mediocridad como un estado prolongado en el tiempo. Sabes que nunca es suficiente, que nunca se deja de aprender, de mejorar. Lo sabe bien Shaquille O’Neal, con el que ganaste 3 campeonatos, pero que nunca estuvo a tu altura, y no precisamente en centímetros, sino en voluntad. Lo sabe bien Pau Gasol, con quien te complementaste a la perfección, como el Ying y el Yang, para ganar dos anillos más. Lo saben bien todos y cada uno de tus compañeros de equipo, selección, entrenadores e incluso tu familia, que para ti perder no es una opción.
Lo que te hace grande no es que seas el tercer máximo anotador de la historia de la NBA, ni tus promedios exagerados de puntos por partido, ni tus 5 anillos, tus All-Star, ni siquiera tu dominio absoluto durante dos décadas. Lo hace la determinación que brilla en tus ojos, las miradas asesinas que dedicas a tus enemigos y las miradas sinceras que dedicas a los tuyos. Lo hace el trabajo y el instinto depredador que desprendes por cada una de las canchas que pisas.
Siempre supiste que serías el mejor, y lo fuiste, lo eres y lo serás. No para todos, pero al menos si lo serás para ti mismo. No hay mayor satisfacción que tener una alta autoestima, y desde luego siempre la has tenido. Hoy no te retiras, hoy aceptas que tu cuerpo necesita descansar, pero estoy seguro que tu mente no podrá aceptarlo, ni lo hará, porque eso significaría rendirse, y esa palabra nunca se encontrará en tu diccionario.
Eres y serás historia. Gracias.