2003 siempre permanecerá grabado a fuego en la memoria de los aficionados blaugranas al baloncesto. Aquel año el Barcelona lograba alzarse con la Euroliga y coronarse al fin como mejor equipo de Europa, dejando atrás una maldición histórica en el torneo continental tras haber perdido las anteriores cinco finales que habían disputado.
Desde el verano de 2002 parecía claro que esa temporada era un ahora o nunca para el conjunto culé en Europa. Y es que la directiva decidió apostar muy fuerte por lograr una Euroliga cuyo escenario final aportaba un aliciente inmejorable: en Barcelona, en el mítico Palau Sant Jordi.
Durante los meses de descanso entre temporadas, el club cambiaba a su estandarte durante años en el banquillo, Aíto García Reneses, por Svetislav Pesic. El técnico serbio venía de proclamarse campeón del mundo con Yugoslavia y junto a él llego a Can Barça el que en esos momentos era el mejor jugador del continente, su compatriota Dejan Bodiroga.
El mago serbio, campeón del mundo también y ganador de la Euroliga la temporada anterior con el PAO, era la muestra más clara de que el Barça iba en serio a por el título. Poco después, además, llegó otro de los jugadores más deseados de Europa, el italo esloveno Gregor Fucka, que completaba una plantilla de ensueño junto a Navarro, Jasikevicius, Dueñas, de la Fuente y Nacho Rodríguez entre otros.
Pese a la calidad del equipo, el camino hacia la gloria no fue nada fácil. En la fase de grupos, los de Pesic se vieron las caras con equipos como la Cibona de Zagreb, el Efes Pilsen turco o los por entonces peligrosos italianos de la Benetton de Treviso y el Skipper Bolonia. Los blaugranas cerraban ese tramo de competición en segunda posición, con un balance de 11 victorias y 3 derrotas, quedando empatado con el líder del grupo, la Benetton dirigida por Ettore Messina.
Tras superar esta ronda, el Barça se plantaba en el Top 16, donde quedó encuadrado con el Olympiacos, el Asvel y el Olimpia de Liubliana. Por aquel entonces, el Top 16 estaba constituido por cuatro grupos de cuatro equipos donde solo los primeros pasaban a la siguiente fase: la Final Four.
El Barça se mostró muy regular a lo largo de esta fase, aunque tuvo que superar momentos de dificultad. Claves fueron sus duelos ante Olympiacos. Primero en el Palau, donde gracias a una enorme defensa en el último cuarto remontaban el partido (80-77) y luego en Atenas, donde en un duelo a vida o muerte en el infierno heleno y con un gran Fucka el equipo blaugrana dejaba bien encarrilada su presencia en la Final Four (55-58), la cual confirmó con su triunfo en la última jornada en casa ante el Olimpija esloveno.
De esta manera, llegaba la Final Four. El Sant Jordi se engalanó del 9 al 11 de mayo, esperando al futuro campeón. Para serlo, el Barça primero debería dar cuenta del CSKA en un partido que los aficionados culés recuerdan todavía con mucho sufrimiento. Y es que el gigante ruso estuvo a punto de amargar la fiesta barcelonista en un encuentro de claro color moscovita hasta el último cuarto, donde el Barça, llevado en volandas por la afición y con una defensa sensacional, remontaba el duelo gracias de nuevo al buen hacer de Bodiroga en los minutos finales y, sobre todo, de Fucka, que certificó el pase blaugrana a la final (76-71).
Allí esperaba la Benetton, que ya había superado al equipo de Pesic en la primera fase. La presión era enorme. Nadie quería pensar en las cinco finales perdidas pero su recuerdo sobrevolaba la mente de algunos aficionados… pero hoy no tocaba perder. El Barça, de la mano de un excelso Bodiroga, lograba sobreponerse a un primer cuarto muy anotador de los italianos y con un gran acierto ofensivo y una defensa asfixiante abrían una brecha antes del descanso que se prolongó hasta el inicio del último cuarto.
El Barça se plantaba con seis de ventaja en los últimos diez minutos. El tiempo fue pasando lento pero inexorable y la diferencia se mantenía más o menos constante, hasta que a poco más de tres minutos para el final un triple de Bodiroga ponía una ventaja de ocho puntos y llevaba el delirio a las gradas. Un triple celebrado con los brazos en alto por Dejan, a la postre MVP, que sabía en ese momento que el partido no se escapaba. El Barça ya era, por fin, campeón de Europa.