Al fin y al cabo, somos los que hacemos para cambiar lo que somos. Esta frase de Eduardo Galeano, siempre tan recurrente cuando se trata de otorgarle una cierta pátina de trascendencia a esto de jugar a la pelota, representa bien lo que el Real Betis ha venido intentando durante los últimos años. En primer lugar, situar al club en un nivel competitivo a la altura del tamaño de su masa social. En segundo lugar, elevar el techo de sus exigencias y ambiciones como club y plantilla. Y en tercer lugar, reducir poco a poco la alargada sombra que le ha proyectado en su misma ciudad su eterno rival a base de títulos y una distancia que llegó a ser sideral y que nunca antes había sido tan marcada como en estos tres pasados lustros.
El gol de Tello, la apuesta por un proyecto deportivo que permita al equipo dominar los partidos desde la calidad técnica y la posesión, la clasificación europea cuatro años después del aciago penalti de Nono y la temporada de los 25 puntos, los triunfos en el Camp Nou, San Siro o el Bernabéu, el tino y el poder de atracción a la hora de acometer el fichaje de ciertos nombres que en el pasado habrían sido impensables, el cuajo competitivo, la serenidad de Don Manuel (Pellegrini), el equilibrio táctico, el gol olímpico de Fekir, la Copa de la Cartuja, solventar problemas a base de soluciones y no hacer como antes cuando las potenciales soluciones se convertían en problemas mayores, la aspiración real de un Betis de Champions.
El Betis es hoy uno de los proyectos deportivos más estables y consolidados de España, un equipo capaz de controlar el juego y de adaptarse en todo momento a sus contextos, incluso en situaciones de inferioridad numérica, y de reponerse a los lesionados de una importancia mayúscula a base de introducir en el campo a canteranos o a futbolistas de fondo de plantilla que responden al reto, en parte gracias a que el viento siempre está soplando a favor. El gol de Juan Cruz en San Sebastián la semana pasada es la última constatación de un equipo que ha ido integrando como piezas útiles a los Ruibal, Rodri, Paul, Miranda o Édgar desde su cantera.
Además, el gran triunfo de este Betis de Pellegrini, y puede que también la razón de la distancia clasificatoria con el actual Sevilla, es haber aunado su gusto por un juego ofensivo, coral y asociativo con una estabilidad defensiva de primer nivel. De hecho, los verdiblancos todavía tienen un amplio margen de mejora en el apartado ofensivo, más allá de que acostumbran a decantar a su favor los momentos clave de los encuentros, de que están sabiendo sacarle punta a las transiciones y de su sapiencia para capitalizar ocasiones. Sin embargo, es en términos de solidez táctica, de defensa del área, de posesiones defensivas, de rendimiento de su portería (solo el Elche de Édgar Badía supera al Betis en diferencia positiva entre xG en contra y goles realmente encajados) donde el Betis ha engrosado sus hechuras a la condición de equipo grande y ganador que es perfectamente consciente de serlo y que sabe adaptar sus formas sin perder su esencia para, como el mimbre, doblarse antes que partirse.
Una serie de certezas perfectamente asentadas en un sistema y unas intenciones que no se resienten pese a las constantes rotaciones o ausencias y que tienen que saber imponerse a las dudas, a los cambios ciclotímicos de esquema y a las debilidades defensivas que el Sevilla viene mostrando desde el inicio de la temporada. Y es justo ahí donde el Betis debe meter el dedo en la llaga de un rival extremadamente necesitado de puntos, de sensaciones, de prestaciones y también de ilusiones, justo antes de un parón para el Mundial que puede ser muy distinto en función de quien gane el derbi, especialmente para los de Nervión. De hecho, en todo el siglo XXI el Sevilla no había afrontado un derbi en posiciones de descenso ni con una diferencia tan desfavorable de puntos como la actual. Un síntoma que el Betis debe saber utilizar a su favor y aprovechar el derbi para convertir una coyuntura en un trampolín a medio-largo plazo. Con Fekir recuperado para que el equipo pueda posarse más en tres cuartos y su destreza atraiga rivales y abra espacios que aprovechar en zonas distintas a las de sus recepciones, con Canales nuevamente convertido en su mejor socio para lograr desarbolar al sistema defensivo rival, con Guido al comando de las operaciones y de cada ayuda estratégica en el centro del campo, con la puntería afinada de Borja Iglesias y su trabajo para presionar y estirar, con la capacidad colectiva para juntarse en la derecha y activar las subidas de Álex Moreno, sin apuros clasificatorios, con su serenidad y cuajo competitivo en vena y abrazado a su notable trabajo defensivo como equipo, el Betis tiene ante sí la oportunidad perfecta de cambiar las tornas de toda una época y de ahora ser él quien proyecte su sombra hacia su eterno rival.
Imagen de cabecera: @realbetis
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