Estados Unidos defenderá su corona en la final del próximo domingo en Lyon, la tercera consecutiva y la quinta en las ocho ediciones que acumula el torneo en su historia. No pierde un partido en una Copa del mundo desde el 6 de julio de 2011 (ante Suecia). Ha marcado 24 goles en esta edición, aunque 13 de ellos fueron a Tailandia (logrando la mayor goleada de la historia de los Mundiales). Ha abierto el marcador en los seis partidos disputados, todos antes del minuto 12. Es la número uno del ranking FIFA y cuenta con varias de las mejores jugadoras del planeta. “Tenemos el mejor y el segundo mejor equipo”, decía Ali Krieger, jugadora estadounidense. Seguro que tiene razón: ante Inglaterra no jugó Rapinoe y le sustituyó Press, que anotó el 1-0 y fue de lo más destacado. Por no decir de la leyenda Carli Lloyd, que sería titular en cualquier otra selección.
Al otro lado, la oposición. A cuartos de final llegaron siete selecciones europeas y ahora solo queda una superviviente para tratar de romper una hegemonía histórica. El destino ha querido que sea Países Bajos, que vive en una absoluta contradicción: es finalista, es la vigente campeona de Europa… pero ni tenía cartel para alcanzar estas cotas ni se cree que pueda dar la campanada ante el gigante norteamericano. No más que Alemania, Francia, Inglaterra o la propia Suecia a la que acaban de eliminar. La selección holandesa estaba en una situación parecida a la española hace relativamente poco. En la Eurocopa no había disputado ninguna edición hasta 2009, y en el Mundial hasta 2015, donde pisaron los octavos de final. En dos años son campeonas de Europa y finalistas de un Mundial, además de lograr el billete para los Juegos Olímpicos. “Creo que hemos sorprendido a todo el mundo al llegar tan lejos, incluso a nosotras mismas”, dice Vivianne Miedema, la goleadora neerlandesa.
El camino a la final logrado por la Oranje se hace todavía más inverosímil teniendo en cuenta que tuvo que pasar por una repesca para estar en Francia. Además, el gran juego mostrado en la Eurocopa no se ha visto reflejado pese a no haber perdido ni un solo encuentro en toda la fase final. Pero el conjunto de Sarina Wiegman ha sufrido. Sufrió para lograr la victoria ante Nueva Zelanda (un gol en el último suspiro de Roord), lo pasó fatal en octavos ante una Japón que mereció más y que cayó por un penalti en el descuento. El cómputo global de los partidos ante Italia y Suecia no han dejado buenas sensaciones, sobre todo el último, donde las holandesas solo despertaron en la prórroga y sobrevivieron gracias al acierto de su guardameta, Van Veenendal.
Con un potencial ofensivo enorme, sus jugadoras de centro del campo hacia arriba no están brillando como se esperaba, más allá de los tres goles de Miedema. Groegen fue la mejor ante Suecia, pero hasta entonces estaba desaparecida. A Spitse le salva su acierto a balón parado. Van de Sanden, una tortura para el Barça en la final de Champions ante el Lyon, está siendo una sombra. Y Lieke Martens, a excepción del choque ante Japón (marcó un tanto de tacón y asumió la responsabilidad de ejecutar el penalti que supuso la victoria) se ha mostrado menos incisiva que de costumbre antes de sufrir problemas en un dedo del pie.
Pese a todo, Holanda está en la final. Un mérito tremendo, pero no ha tenido que enfrentarse al Big Four en todo el torneo. Ha superado cada ronda sin mostrar su mejor versión, por lo que es imprescindible recuperar la imagen con la que brilló hace dos años en su país ante la todopoderosa Estados Unidos, más frágil de lo que dicen sus estadísticas (que se lo digan a España). Es un David contra Goliath, pero ya sabemos cómo acabó aquello. Basta una honda y una piedra.
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