Final de la Champions. Cardiff. El Real Madrid se enfrenta a la Juventus
con la intención de conquistar su segunda Champions consecutiva y la
decimosegunda de su historia. El partido se juega en Gales, un país que venera
a uno de los futbolistas más importantes del club blanco. Su liderazgo llevó a
una nación diminuta a disputar la semifinal de la última Eurocopa. Apodado ‘el
expreso de Cardiff’, Gareth Bale está ante el partido de sus sueños, el mejor
que se puede jugar a nivel de clubes y encima en casa, frente a los que te
vieron nacer, crecer y convertirte en estrella.
Aquel día, sin embargo, Bale no es titular. En realidad, solo jugó 13
minutos, entró cuando el resultado ya era de 1-3 para el equipo de Zidane.
Asensio, otro de los suplentes, hizo el cuarto. Había ingresado al campo antes
que él y se llevaba más focos que un galés en Gales. Un chaval de 21 años.
Allí, en el Millennium Stadium, fue el principio del fin para Gareth.
No es fácil sentar a un jugador que ha costado más de 100 millones de
euros, que ha marcado goles importantes en citas señaladas. Pero su nivel no estaba
a la altura del partido. Zidane lo sabía, y no se arrugó. Muchos dirán que
fueron las lesiones las culpables de su bajón de rendimiento. Bale se perdió
aquella temporada la friolera de 28 encuentros, principalmente por problemas en
el tobillo y pantorrilla. Llegó justito a la final, sí, pero cualquier otro
jugador con su peso la habría jugado.
Su suplencia debió servir para convertir toda la furia en reivindicación.
Tenía otra temporada para demostrar que, sin lesiones, podía ser ese jugador
determinante que se avistaba cuando fichó. Un año después de Cardiff, el Madrid
se plantaba en otra final de Champions, esta vez en Kiev, esta vez ante el
Liverpool. Y Bale volvía a ser suplente. Había marcado cinco goles en sus
últimos cuatro partidos de Liga, pero en Liga de Campeones su participación
había sido residual. No solo por su estado físico. El galés bajó su rendimiento
hasta un punto en el que futbolistas como Lucas Vázquez o Asensio le
adelantaron en las prioridades de Zidane con una facilidad pasmosa.
Bale solo disputó tres partidos como titular en todo el torneo: Los dos
primeros y la vuelta de cuartos de final ante la Juventus, donde los blancos
cayeron 1-3 y el galés fue sustituido al descanso. El Madrid ganó en Turín
(0-3) y en Múnich (1-2) sin que Gareth saltara un segundo al césped. Que no iba
a jugar esta final era algo que parecía claro, pero fue otra decisión difícil y
arriesgada para Zidane y otro palo terrible para Bale, que entró con 1-1 en el
marcador y en dos minutos conectó una chilena espectacular para adelantar de
nuevo al Madrid. Poco después, un pepinazo desde su casa colocaba el 1-3 con la
inestimable ayuda de Karius. El ‘Expreso’ había vuelto a ser decisivo en una
cita señalada, como en la final de la Décima o la cabalgada que supuso una Copa
del Rey ante el Barça en Mestalla.
Se le olvidaron las lesiones, los errores, el bajón de rendimiento. De un
plumazo olvidó las dos últimas temporadas en las que no había dado la talla, y
sus dos goles fueron suficiente para reclamar un sitio privilegiado en el once
y amenazar con su marcha en plena celebración de la decimotercera. Fue un gesto
feo, incluso suponiendo que su marcha era definitiva si la de Cristiano no se
hubiera efectuado poco después. Aquello cambió el panorama. A Bale se le fichó
para que algún día recogiera los galones de Ronaldo y se convirtiera en el
jugador franquicia. Ese día había llegado, y por eso reculó. Se marchó Zidane,
con el que no se llevaba, y llegó Lopetegui, que estaba dispuesto a convertirle
en el líder. La situación había cambiado y Bale reunía todas las condiciones
para volver a ser Bale.
Pero media temporada después sigue teniendo los mismos problemas que
antaño. Las lesiones le siguen torturando, y cuando regresa se encuentra con
futbolistas jóvenes que le comen el terreno, que hacen su trabajo mejor que él
por mucho menos y que además, nunca dejan de correr. Vinicius y Lucas Vázquez
se han hecho imprescindibles para Solari, que como Zidane no tiene ningún
problema en sentar a Bale en un Clásico y un derbi de forma consecutiva. Su gol
en el Wanda Metropolitano parecía dar esperanzas de su recuperación, y el
técnico argentino decidió confiarle la titularidad en Amsterdam. Fue una
sombra.
Sabe Solari que recuperar a Bale para el tramo decisivo del curso es imprescindible
para aspirar a títulos. Pero tampoco le temblará el pulso si tiene que dejarle
fuera. El fútbol no debe estar casado con el apellido, la edad o la inversión
realizada, sino con el rendimiento y el compromiso. Bale afronta quizá los
meses más decisivos en mucho tiempo, consciente de que esta vez no solo no
puede amenazar con su marcha, sino que puede ser el propio club quien le abra
las puertas.
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