No solo es la sensación de poder convertir en premio cada remate que cace en el área. No solamente son los seis goles que suma en las últimas cinco jornadas. No es la envidiable frialdad de su voracidad, la total ausencia de nervios en su pegada, ni siquiera su nombre, más propio de un capo di tutti i capi que de un delantero de fútbol y capaz de imponer respeto por sí mismo. Es también una celebración de ojos alegres pero rictus serio, como si marcar goles fuese su mera rutina y no hiciese falta darle mayor importancia. Es todo eso unido. Son cifras y sensaciones. Y aún más.
Tras convertirse en el Sporting de Gijón en uno de los diez futbolistas menores de 20 años capaz de hacer más de diez goles en un curso de La Liga a esa temprana edad en el último medio siglo de competición (junto a nombres como Santillana, Raúl, Morientes, Torres, Messi o Agüero) y después de un primer año en el Betis tan gris y complicado como el contexto a su alrededor y marcado por una lesión en el pubis, Tonny Sanabria está sacando a relucir todo el potencial que se le adivinaba: el de un futuro señor del gol al más alto nivel internacional.
Cuando a goles se refiere, los números, como el algodón, no engañan. Y los del ariete paraguayo hablan a las claras de un convertidor de área de suma efectividad. Tonny Sanabria no produce un alto volumen de disparos como la mayoría de los nueves con cifras similares a las suyas a estas alturas de la temporada, pero su puntería es propia del tiro olímpico y su puntualidad, británica. Y es que con solo diez chuts entre palos ha sido capaz de producir seis dianas. Datos que lo sitúan en la cima europea en este aspecto.
Sanabria no es especialmente fino en sus definiciones, pero tiene un físico y un talento innato para ser constante e increíblemente decisivo en el tramo final de la jugada, tanto por la amplitud de su zancada en acciones a campo abierto y en transiciones rápidas tras robo adelantado, como para oler la sangre a la hora de ganar a su marcador en los envíos laterales rasos y aéreos. Un aspecto, este último, al que le está sacando punta en un Betis que basa su poderío ofensivo en triángulos en circulación en campo rival, que casi siempre derivan la posesión hacia los costados y terminan con un centro al área, donde puede desatar todo su poder rematador, su animalesco olfato.
Además de todo ello, de poder erigirse cuando sea necesario en una referencia también para aglutinar y convertir el juego más directo y pese a no ser un ejemplo de finura, integración y alta participación en su relación con el juego ofensivo coral; Sanabria sí sabe descolgarse entre líneas con sapiencia y muchísimo tino para con un apoyo y una descarga dar sentido a la acción ofensiva, arrastrar al central consigo y ganarle por potencia y anticipación cuatro pases después en zona de gol si el cuero vuelve a buscar su presencia, aunque esta vez en su hábitat predilecto: el área.
En todos estos aspectos, Tonny Sanabria hace recordar, salvando las distancias de nivel obvias a día de hoy, a Mauro Icardi. Un delantero centro cien por cien rematador, en idilio natural con el gol, tan frío como certero de cara a puerta, que posee muchas de sus mismas características y con el que comparte además un origen muy similar. Como el argentino, Sanabria llegó a España siendo un preadolescente para hincharse a marcar goles en un equipo de barrio, ser captado por el FC Barcelona y atreverse a salir de esa zona de confort para adentrarse en el profesionalismo en una liga tan complicada para los jóvenes y para los arietes como todavía es la italiana.
La Roma, que no le dio ninguna chance en el primer equipo con un Spalletti que siempre prefirió un punta más integrado con el juego y que incluso llegó a usar a Perotti de falso nueve ante la baja forma de Dzeko en su primer año como giallorosso, todavía guarda dos opciones de compra unilaterales por el delantero paraguayo. La primera el próximo mes de julio por 11 millones y la segunda, un año después, por 14.5 millones de euros. Precios que, de seguir como parece con la proyección goleadora que está mostrando en este inicio liguero en un equipo que es ideal para que siga desatando sus dotes de finalizador, son una ganga absoluta, aunque ahora mismo en el Betis no sea tiempo de pensar en ello sino de disfrutar de él.
Rechaces, cabezazos en anticipación, regates al portero en corto tras un desmarque largo, remates de primeras tras recibir un centro lateral raso… La intuición, el posicionamiento, una fisonomía dominante, una confianza desbordante, la mentalidad del que se sabe predestinado… Los nervios de acero, la frente despejada, el juego a un toque de espaldas, el hambre de área… Tonny Sanabria es puro gol, puro instinto, pura sangre fría. Y atención, spoiler: solo tiene 21 años.
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