REDACCIÓN – Liverpool ha tenido siempre vínculos universales que la convertían en una ciudad mediática. Su localización geográfica la convirtieron en una importante ciudad portuaría en el siglo XVIII, la música la enfocó con los eternos The Beatles y en materia de fútbol acoge uno de los derbis más apasionantes del fútbol inglés, británico y europeo.
El derbi del Merseyside, o el derbi de la ciudad bañada por el río Mersey. No importa, se trata de uno de los partidos por excelencia cada vez que un marcado calendario determina que los dos clubes de la ciudad, separados por una corta distancia, deben enfrentarse entre sí. Se nota en el ambiente una rivalidad desde la cuna. Eres del Liverpool o del Everton. Rojo o azul. Pero siempre con un clima diferente. Famílias enteras, con miembros de los dos equipos, se juntan para el partido en sí. Incluso es común ver a aficionados de ambos conjuntos compartiendo asientos en la grada.
Liverpool no vive su mejor inicio de temporada. Ninguno de los clubes, contra todo pronóstico, están cumpliendo las expectativas marcadas en rojo fosforito. Y ni siquiera el derbi del Merseyside del pasado sábado en Anfield ayudó a que mejoraran.
Todo apuntaba a que el Liverpool, gracias a una obra de arte de Steven Gerrard a balón parado, se llevaría el esperado derbi, logrando tres puntos importantes que les acercaran poco a poco a las posiciones altas de la tabla clasificatoria. Pero nadie contaba con otra obra de arte, quizás de mayor simbolismo, de Jagielka desde la frontal del área en el descuento. La grada Red se silenció, la grada Toffee estalló en júbilo.
Un gol que suponía el empate 1-1 final. Mejor sabor de boca para los de Roberto Martínez, pero que sobre el papel de poco sirvió a ambos conjuntos, que siguen inmersos en un irregular inicio liguero. El Liverpool es decimotercero, mientras que el Everton es decimocuarto. Ambos en mitad de la tabla, separados por sólo un punto, en tierra de nadie, pero con la mirada más puesta hacia atrás, hacia los puestos de descenso, que para arriba, hacia puestos europeos y título.
Los de Anfield, en sus primeras seis jornadas sólo han conseguido dos victorias, un empate y tres derrotas. Es decir, no han ganado en cuatro de las seis primeras citas. Pero a sus vecinos de Goodison Park no les va mejor, ya que sólo han ganado un partido, han empatado tres y han perdido dos. De los dieciocho puntos ya disputados, los Reds han dejado escapar once, mientras que los Toffees doce. Cifras insostenibles para dos plantillas que hicieron un magnífico papel la pasada temporada, y que en este inicio liguero se han venido abajo.
El fútbol de la ciudad no vive su mejor momento de forma en el ámbito doméstico. Sin embargo, todo lo contrario en los torneos europeos, ya que ambos, jugando en casa, debutaron en Champions League y Europa League respectivamente con victorias. Cara y cruz absoluta. Irregularidad (y preocupación) en Inglaterra, debut con buen pie en Europa.
Lo que parecía, y se presentaba, como un derbi vecinal que podría suponer un punto de inflexión para alguno de los dos prefirió elegir y escoger la incógnita, prefirió quedarse en un empate que sirve de poco. El Liverpool, a parte de perder dos puntos más, salió quizás con peor sabor de boca cuando, en el descuento, se le escapó una victoria que ya tocaban con sus dedos. El Everton consiguió un punto casi desapercibido que, a corto plazo, sirve de poco, pero el éxtasis final, con un golazo, en casa de tu máximo rival deportivo, quizás sí sirva para que encaren futuras citas con otros aires, que sirva de refuerzo emocional para la dinámica.
El calendario continental empieza a aprietar, y sigue su curso. Esta semana volverán a hacer frente a noches de fútbol europeo, para volver, sin descanso, a encarar el fin de semana con la presión prematura de no dejar escapar más puntos en la Premier League. En pocos meses, la ciudad de Liverpool ha pasado de enamorar a preocupar. Por suerte, queda un largo camino por delante.
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