¿Puede haber un delantero que encierre dentro el talento pictórico de Picasso? ¿Y un mediocentro capaz de formar parte del ballet nacional ruso? A priori parece poco factible por el virtuosismo que eso requiere y, en el caso de que así fuera, difícilmente lo sabríamos debido al miedo de la mayoría a ir más allá de sus límites. Sin embargo eso no es excusa para un club que, independientemente de que se haya conseguido o no el objetivo, cada temporada pone frente a frente a sus jugadores con dos duros rivales como son la vergüenza y los prejuicios.
Unirse al Östersunds implica formar parte del conjunto que ha experimentado el mayor crecimiento reciente en Suecia pero al mismo tiempo asumir que fuera del verde hay una serie de compromisos ineludibles vinculados con la cultura de los que nadie logra escaparse. Interpretar el ‘Lago de los cisnes’ en un teatro local o realizar una pintura que luego se subasta con fines benéficos son algunos ejemplos de lo que las diferentes plantillas han tenido que hacer al final de las distintas campañas.
Detrás de esta curiosa iniciativa se esconde la intención de motivar a los ídolos que corren con el balón en los pies y firman autógrafos a que vayan más allá de su zona de confort, que encaren junto a sus compañeros unas pruebas básicas a las que no suelen estar acostumbrados en su actividad diaria.
Así lo demanda Daniel Kindberg, un presidente que puede hablar con conocimiento de causa cuando se le pregunta por la disciplina y las situaciones límite. Reconvertido en exitoso empresario de bienes raíces, con anterioridad participó como militar en misiones llevadas a cabo en el Congo o los Balcanes. Ambas experiencias han forjado su carácter y le han servido para llevar a lo más alto un proyecto deportivo en continua progresión que vio la luz hace apenas veinte años.
Por aquel entonces tres conjuntos locales, a los que poco más tarde se sumaría un cuarto, se agruparon en torno a una entidad que permitiera potenciar el fútbol en esta ciudad de unos 60.000 habitantes situada en el centro del país. Obtenida la estabilidad, los lazos de Kindberg tras su llegada contribuyeron a dar un salto decisivo.
Amigo de Roberto Martínez y de Graeme Jones, esa relación le permitió un acercamiento al Swansea hasta tal punto que los galeses serían los rivales en el partido inaugural del nuevo estadio. No solo eso sino que el propio Jones sería el eslabón que juntó a los suecos con otro elemento clave que ayuda a entender lo que es el equipo hoy en día, Graham Potter.
Ex internacional sub-21 con Inglaterra y otrora futbolista en clubes como el Southampton, el Stoke o el WBA había redirigido su vida tras colgar las botas emprendiendo la tarea de potenciar el fútbol universitario primero en Hull y luego en Leeds. Una vida cómoda y rutinaria con la que decidió romper para hacerse cargo de un grupo que se movía por las catacumbas del balompié nacional.
La apuesta le salió bien y lo que apuntaba a improbable milagro nórdico ya es una realidad. Conquistar la Copa ante el Nörrkoping les valió un billete para las fases previas de la Europa League y una vez allí han ido deshaciéndose sucesivamente del Galatasaray, el Fola Esch y el PAOK.
En una ciudad conocida por los esquiadores su club, paradójicamente vinculado a un sitio de claro extremo como Libia a través de iniciativas para la formación de jóvenes, afronta sin nada que perder su primera participación continental. ¿Y luego? Quién sabe. Lo que es seguro es que, a final de temporada, la cultura le ganará la partida al fútbol de nuevo.
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