«Creo que nos chingaron como se dice en México. Tú no te imaginas que yendo en último lugar nos zumben a dos jugadores, así, pum, ventilao. Pero hoy ha salido el sol y mientras la FIFA nos deje jugar con 11, fantástico”.
Las palabras no dan lugar a duda. Son las de un Javier Aguirre irónico, como
acostumbra, disfrazando con una sonrisa una situación de lo más delicada. El
penúltimo clasificado de la Liga, uno de los más modestos del campeonato y el
que se encuentra en más quinielas para descender a Segunda División, ha perdido
a sus dos mejores futbolistas, el último de ellos sin poder buscar un
reemplazo. No es excusa ni mucho menos a la derrota del pasado sábado ante el
Celta, rival directo por la permanencia (que les deja a cinco puntos de la
salvación), pero está claro que las normas de la Liga no ayudan a los pequeños.
Nunca.
El Barça contaba con un casting de lo más variado entre los
delanteros que podían sustituir a Ousmane Dembélé, baja entre cuatro y seis
meses. Ninguno perjudicaba tanto a un club como la opción Martin Braithwaite. Sin Rodrigo, el Valencia tiene a Maxi Gómez.
Sin Loren, el Betis tiene a Borja Iglesias. Sin Ángel, el Getafe tiene a Jaime
Mata o Jorge Molina. Sin Lucas Pérez, el Alavés tiene a Joselu. El Leganés, en
cambio, se ha quedado como único ‘9’ un jugador, Guido Carrillo, que no ha
logrado anotar un solo tanto en 18 partidos de Liga.
El gol es vital para lograr la salvación. El Celta lo tiene en
Aspas (menudo seguro de vida), el Mallorca en Budimir, el Valladolid en Sergi
Guardiola y el Éibar en un futbolista diferencial como Fabián Orellana. El
Espanyol lo ha encontrado tarde en Raúl de Tomás, pero al menos lo tiene. Solo
el cuadro pepinero se ha quedado sin balas. Con las salidas de Youssef
En-Nesyri y el propio Braithwaite ha perdido 11 de los 37 goles anotados este
curso. Ha ganado, en cambio, el importe de las cláusulas de ambos,
convirtiéndose en las ventas más caras de su historia: 20+18: 38 millones de
euros.
¿Qué ha podido hacer el Lega con ese dinero? Absolutamente nada. Pese a las reuniones hasta altas horas de la noche y las múltiples conversaciones, la única llegada fue la del joven Bryan Gil, y en calidad de cedido. Los potenciales refuerzos se negaron a fichar por un equipo que acababa de perder a un jugador importantísimo y que se encontraba en clara posición para descender de categoría. La salida del marroquí fue difícil de digerir por las limitaciones de maniobra. La del danés fue un golpe que ni siquiera la sonrisa de Aguirre puede ocultar. No hay maniobra posible cuando las normas de la Liga permiten a un club fichar a un jugador que milite en el torneo para suplir una baja, sin pensar en que lo único que provoca es traspasar el problema de un grande a un pequeño. “La normativa actual va contra la integridad de la competición y contra el derecho que tenemos todos los clubes de competir en igualdad de condiciones. A falta de catorce jornadas es una situación de un daño casi irreparable”, señaló Martín Ortega, director general del Leganés horas después de la oficialidad del fichaje de Braithwaite por el Barça.
Urge sin duda cambiar las
normas, evitar este tipo de agravios, buscar otras soluciones (que solo se puedan fichar
jugadores con un máximo de partidos disputados, que se haga más uso de la
cantera). Esto marca un precedente serio, una brecha más entre los gigantes y
las hormigas que, aun siendo trabajadoras, no pueden acumular tanto grano.
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