La Fórmula 1 es la categoría reina del automovilismo, en la que, actualmente, diez escuderías, con sus respectivos dos pilotos, compiten al máximo para alcanzar un objetivo común: alzarse como campeones del mundo.
Para alcanzar dicha consecución es necesario que, tanto ingenieros, directivos, pilotos y todo el personal del equipo estén coordinados en aquellas funciones requeridas para ello.
Por eso, la preparación de un monoplaza veloz durante el invierno, es la actividad principal, por lo que la tecnología, tan avanzada en estos tiempos, se hace indispensable.
Esto, sumado a la alta competitividad ofrecida en la modalidad, hace que las escuderías innoven en material tecnológico, dando así una mayor ventaja a sus pilotos.
Pero por si esto fuera poco, los avances observados en el asfalto de los circuitos, se pueden aplicar a los automóviles utilizados por las personas en su día a día para que los mismos posean más seguridad al volante.
En este instante aparece una cuestión para todos los aficionados al deporte, ¿es mejor una Fórmula 1 en la que la tecnología no sea un factor tan decisivo como lo visto en los últimos años?
Está claro que esta categoría no es una en la que sólo compitan los pilotos, ya que deben tener en sus manos un monoplaza, el cual, obviamente, está construido con la intención de ser el más rápido.
Por ello, la tecnología no puede ser suprimida de esta modalidad, aunque bien es cierto que es posible, desde la FIA, organismo que regula la Fórmula 1, marcar unos máximos en la utilización de dichos recursos, para de este modo, favorecer la rivalidad entre escuderías, compactando el grupo.
Al fin y al cabo, la Fórmula 1 nunca podrá estar equilibrada, ya que habrá conjuntos que fabriquen bólidos con innovaciones técnicas superiores, lo que supondrá un deporte menos atractivo para el espectador y degradando el objetivo real, brindar una competición en la que cualquiera de sus veinte pilotos en parrilla puedan levantar el trofeo que les acredite como ganadores al final del Gran Premio.
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