Tres oportunidades en la Champions le han bastado para reventar el escaparate del fútbol europeo. Tres actuaciones colosales. Su genialidad de gol contra el Salzburgo atrajo todas las miradas justo a tiempo, una jornada antes de ser elegido Jugador del Partido en la demencial e histórica remontada del Feyenoord en el Etihad. El miércoles por la noche se inventó una rosca deliciosa desde el vértice del área para abrir la goleada ante el Sparta de Praga, pero para entonces hasta las máquinas de café de cualquier empresa respetable que se tercie se sabían su nombre: Anis Hadj-Moussa. El extremo argelino, nacido en París y llegado este verano al sur de Róterdam para descargar de minutos a Calvin Stengs e Ibrahim Osman en el costado derecho, ha aprovechado la lesión del ghanés para irrumpir con fuerza en el once de Brian Priske –seis goles y una asistencia en los últimos siete partidos, uno de ellos como suplente– y ya es la principal amenaza de los Rotterdammers, tanto por la letalidad de su regate como por la capacidad que tiene de decantar partidos a su antojo.
Del fútbol amateur a la Champions
Anis Hadj-Moussa se ha convertido en muy poco tiempo en la mejor excusa para que el espectador neutral se busque un stream para ver al Feyenoord, que no es poca cosa, y puede considerarse una de las revelaciones de la fase regular de la nueva Liga de Campeones. Sin embargo, su explosión al más alto nivel se explica, literalmente, de casualidad. Hasta hace solo unos meses, el joven Anis no era más que un chaval de 20 años tratando de sobrevivir en la tercera división del fútbol belga. Habéis leído bien. Tercera división belga, nivel amateur. La vida del francoargelino pegó un vuelco, sin saberlo, el día que a su equipo, el Olympic Charleroi, le tocó enfrentarse al Patro Eisden de Coley Parry, un multimillonario estadounidense, dueño del Leyton Orient, que había empezado a invertir dinero en el Vitesse con la idea de adquirirlo en propiedad. Hadj-Moussa, que sumaba ya siete goles esa campaña, volvió a salirse aquel día. O esa impresión debió llevarse Edward Sturing, director de fútbol base del Vitesse en aquel momento, que había acudido al partido invitado por Parry y no lo podía tener más claro: había que vigilar de cerca a aquel chaval.
Luces y sombras
Dicho y hecho. El Patro Eisden –bueno, Coley Parry– fichó a Hadj-Moussa ese mismo verano y, para facilitarle el trabajo a los ojeadores de cara a una futura venta, en invierno lo cedió al Vitesse, que luchaba por evitar el naufragio en la Eredivisie, capitaneado precisamente por Edward Sturing. El círculo se cerró –los caminos de Hadj-Moussa y su descubridor volvieron a cruzarse– y Anis no tardó en destaparse como un jugador absolutamente determinante. Un talento diferencial de 21 años para lo bueno y para lo malo. Virtuoso y descarado con el balón en los pies. Anárquico y rebelde lejos de él. Sus primeros días en el Vitesse le valieron el debut con la selección de Argelia. Pero en cuanto el Feyenoord llamó a su puerta, Anis empezó a llegar tarde a los entrenamientos y acabó en el banquillo: «Necesitamos jugadores que estén centrados al 100% en el Vitesse», advirtió Sturing.
Aún es demasiado pronto para poder afirmar que el Hadj-Moussa del Feyenoord sea una versión corregida del que asomó en Arnhem, aunque al sur de Róterdam se tienen que estar frotando las manos: tres millones y medio de euros pagaron en abril por su traspaso. Tres millones y medio de euros que en diciembre suenan a calderilla. ¿Y sabéis quién insistió en traerlo a De Kuip? Una pista: entrena al Liverpool.