Si un día tenéis la posibilidad de sentaros a charlar con alguien que ha vivido el Rayo desde dentro os recomiendo el ejercicio. Saldréis de la cita con un listado de milagros obrados los últimos años que os dejarán descolocados. Con todo ello y ciertos episodios de telenovela el gustazo de sentarse a ver un partido de la franja se ha convertido en ceremonia semanal en La Liga.
Cuando uno busca la raíz entiende el fervor con el que se defiende al Rayo cuando se pertenece. Es la única explicación lógica para superar el laberinto de la desaparición. La identificación con el barrio y su gente llega a tal punto que los sacrificios son muy altos en muchas ocasiones, y la mayoría, cómo es lógico, quedan bajo secreto de sumario.
La lucha de clases retroalimenta del campo al palco y viceversa, obligándose los unos a los otros a actos de fe que por cualquier misterio todavía por resolver, suelen salir bien. Conviviendo al límite uno podría pensar que el contexto no es el adecuado para que una idea cuaje, pero la respuesta siempre es el amor y el cariño que despierta una entidad tan singular como atractiva.
Para el jugador el Rayo se ha convertido por sentimiento y forma en la familia que celebra y perdona sin fisuras. En los últimos lustros muchos han sido los capitanes que se han sacado los títulos de psicología, economía y sociología practicando en primera línea de fuego. Quizá de todas esas batallas se explique la expresión del equipo en el campo.
Ya sea en la victoria, el empate o la derrota, en el ascenso o el descenso, se viene siguiendo una línea de juego que potencia al grupo sin dejar a nadie atrás. Se busca que el jugador arriesgue, que pierda el miedo a fallar, que asuma que no ir de frente es perder el tiempo. Jémez, Míchel, Mel, Iraola… no te van a perdonar que no lo intentes. Prefieren que pidas perdón a que pidas permiso.
El extraño caso del Rayo es de los que te recomiendan que no pruebes en casa. Este curso va con el añadido de que muchos de los suyos han alcanzado el clímax de su carrera y la tabla no miente. Aún con ello, y el gozo que supone disfrutar de sus partidos, es menester no olvidar que el club y el equipo son únicos a la hora de afrontar el riesgo, y que las copias no van a salir bien.
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