“¿Por qué pone a Isco?
¿Está loco?” Mucha gente cuestionaba la presencia de
Isco Alarcón en el once en el partido frente al PSG, donde los blancos se
jugaban el primer puesto del grupo. La realidad es que el entrenador francés
volvió a mostrar que sus decisiones, al contrario de lo que muchos espeten contundentemente,
no siempre son erróneas. Cada vez que se enjuician las habilidades del técnico
merengue, además, se repite un mantra pesado: tiene mucha suerte. En muchos
momentos parece que Zidane tenga que pedir perdón por la aparente y perenne
flor de su trasero, que le hace ganar Champions League como el que gana la Copa
Konami en el menor nivel de dificultad.
En La Conjura de los Necios Ignatius Reilly, celebérrimo protagonista, se veía atacado por los ciclos de la rueda que una diosa griega giraba. Ay, si te tocaba un mal ciclo. Reilly, negativo por naturaleza, creía que siempre estaba en un momento desfavorable. Aquella mentalidad le ayudaba a hacer el vago, lo que más le gustaba, y así esconderse en el sofá para que nadie le molestara mientras veía la televisión. El técnico madridista, por el contrario, parece agarrado a ese lugar tan intangible e inclasificable llamado suerte.
Además de su chiripa, se
le atribuye también un desconocimiento táctico sin igual entre los grandes
técnicos de Europa. Sin embargo, en sus dos etapas, el Real Madrid ha sabido
encontrar soluciones a los problemas que se ha ido cruzando en el camino. Sin casarse
nunca con un esquema, ha sabido recoger diversas semillas de técnicos distintos
para potenciar a un elenco que, lógicamente, tiene un nivel superlativo y al
que se intuye mucho más sencillo de dirigir en comparación a la mayoría de su
liga doméstica. En ese sentido, se tomó a sorna su capacidad como gestor,
como si un entrenador mundano no tuviera que gestionar las necesidades y los
egos dentro de un vestuario.
De hecho, los números del
Real Madrid en el último campeonato de liga que consiguieron colocar en sus
vitrinas fueron plausibles. Agarró una plantilla espectacular en la que convivían
dos unidades de babero. Por ejemplo, Morata, James o Isco, entre otros, cuajaban
el equipo B para dar descanso a los titulares en la Champions League. En ese
contexto no hubiera extrañado que entre los jugadores más destacados de los
suplentes hubiera una sensación de desdén. Nada más lejos de la realidad. Cada encuentro
que disputaban se salían. No les podían parar.
Cuando llegó al banquillo blanco, procedente del filial, desconocíamos qué aportaría al primer equipo. Podía presuponerse que introduciría a todos los jugones, igual que Rafa Benítez trataba de hacer para agradar al entorno. Desde el primer día, sin embargo, validó y cocinó a Casemiro hasta que entró en el once. Hoy nadie le puede discutir su presencia. Parece que ese destino, divertido, contrasta con el fútbol que practicaba Zidane: Fede Valverde es otro mirlo del francés tras el pequeño bajón que, poco a poco, va sufriendo Luka Modric. ¿Acaso no son igual de importantes que Hazard o Benzema? Como se mostró en el Bernabéu ante el PSG, el Madrid está más cerca de ser ese equipo competitivo en Europa. Para ganarlas, como ya sabéis, necesitarán una pizca de suerte. Igual, habrá que recurrir a la flor del técnico con más entorchados europeos en la historia del club.
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