El aficionado al fútbol, normalmente, es de lo más injusto con el futbolista. De hecho, algunos tras dar toda una vida a un club deben salir de su entorno para llevar su carrera hacia adelante. Este deporte es así, el pasado no importa. Javi Martos estuvo doce temporadas en uno de los clubes más grandes del mundo –el FC Barcelona– hasta debutar con el primer equipo. Allí consiguió ganar una Liga pero vio que su carrera se estancaría. El conjunto de Rijkaard contaba con centrales de la talla de Márquez y Puyol y él entendió que debía partir. Su destino era Bulgaria.
En Sofía comprendió la complejidad de ganarte la vida en esto y de dejar, sobre todo, a los que más quieres a miles de kilómetros. No fue nada sencillo para Martos estando solo en un país completamente desconocido y sin saber el idioma. Para más inri, tuvo problemas con el entrenador. Lo positivo de aquella experiencia fue el debutar en Europa. A mitad de curso cogió el avión con una idea en mente: volver a casa.
A pesar de tener unas grandes condiciones, entendió que su situación –mitad de una temporada- no era la mejor. Por ello, aterrizó en el Girona de la tercera división donde disputó todos los partidos. Tras su ascenso a Segunda B tuvo que partir de Cataluña para volver a Andalucía, donde nació. Allí jugó en el Málaga B entrenando muchos días con el primer equipo. De hecho, si hubiera sido sub-23 quizás le hubiera llegado su oportunidad.
Asimismo, siendo mucho más maduro, le salió la oportunidad de volver a intentarlo en el extranjero, en el país de la llama olímpica. En Grecia sí pudo aclimatarse, hasta el punto de ser capitán del Iraklis. Un club que le sirvió de trampolín para llegar a una liga tan importante como la belga en la que lleva más de un lustro. El Charleroi, un conjunto que sueña con jugar en Europa, le ha hecho -también- capitán. Y en navidades cuando tiene que volver con la familia –que está instalada en el Prat de Llobregat- entrena con un conjunto de regional para ponerse a tono. Un conjunto en el que está su hermano, que sueña con jugar a su lado algún día.
Foto: Sudpresse.be