Ousmane Dembélé es driblador, eléctrico, veloz, genial. Pero, además, tiene algo que vale oro: es un ambidextro absoluto que puede salir en desborde de extremo puro, hacia el exterior, o en maniobra de mediapunta, por dentro para disparar o tocar. Todo, en un abrir y cerrar de ojos. El arte de lo imprevisible. Es, sin más, uno de los pocos futbolistas actuales capaz de abrir por sí mismo las férreas defensas de equipos asediados.
Dembélé tiene 20 años y ya habla con la naturalidad, la falta de pose, la sinceridad de un adulto. De uno de los de antes. Hasta el momento, le gustan menos los focos que a su antecesor en el puesto. Si le preguntan si es zurdo sentencia que sí, para acto seguido decir que tira los penaltis con la derecha porque con ella le pega mejor; afirmándolo sin atisbo de duda, sin vacilar ni reír. Sus palabras no muestran signo alguno de altivez. Una franqueza carente de desdén.
Ousmane está absolutamente seguro de su fútbol y de su persona. Fuera del partido es tan atrevido que ni el Rennes le dijo que no iba a ir al Borussia ni este que no subiría al escalón más alto en un solo año. En Alemania tomó el testigo de Mkhitaryan y acabó dando el rendimiento del armenio y del mermado Reus juntos. Ahora está en el FC Barcelona para relevar a Neymar, porque él sabe que va a ser un excelente recambio del brasileño. Y es que como Ney, dentro del campo es tan autosuficiente que pediría el balón aunque tuviese a Maldini como marcador individual. Y una vez con el esférico, le miraría a los ojos y se inventaría algún regate. Esa insolencia respetuosa. Hola, Paolo, mi nombre es Ousmane.
Hasta su fichaje, el Barça sentía quedarse atrás. Salió el 11, por lo que el Barça necesitaba un nuevo atacante que completase a Messi. Un delantero que le abra espacios cuando los necesite, combine con él y por el grupo cuando se demande y trace rupturas cuando Leo se perfile, sin siquiera mirarlo. Messi y Suárez cumplen 30 años e Iniesta alcanza los 33, por lo que, además de un compañero a su categoría, se precisaba que fuera joven, para entrar en el mecanismo y seguir perpetuándolo. Ousmane Dembéle, fichado por 105 millones fijos y otro saco menor de variables, es un futbolista de entrelíneas con capacidad extraterrestre.
Valverde ahora tiene al francés, el extremo que puede hacerle la de Neymar o la del añorado Pedro. La que quiera. Un adolescente con hambre y, pese a saberse superior, ganas de aprender mediante el trabajo. Que puede aparecer en la izquierda cuando falte desborde o el gol tras un regalo de Messi, o en la derecha cuando se necesite nuevamente desborde o mediante la movilidad se busque la sorpresa. «Soy zurdo, pero con la derecha le pego mejor».
Ernesto tiene el titular que necesitaba y el comodín que deseaba. En un Barça con un sistema aún por definir, ahora puede variar el dibujo con facilidad, hasta dar con la tecla. Dispone de un ambidiestro total que ha mamado un año de Tuchel, quien llegó a usarlo de interior dada su evidente capacidad asociativa. Aún necesita depurar esta, así como afinar la puntería cuando decide buscar portería, pero posee la virtud de ambas.
El FC Barcelona, Bartomeu, Valverde y el culé pueden disfrutar ya de, quizá, el mejor sustituto posible de Neymar. Quizás, el jugador con mayor potencial del momento. Ousmane Dembélé llega a Can Barça para ser considerado definitivamente una estrella.
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