Es oficial. La selección peruana estará en Rusia. Contra todo pronóstico, a pesar de luchar contra rivales aparentemente superiores en una eliminatoria tan dura como la sudamericana, en un país volcado en apoyo pero limitado en presupuesto y jugadores, que perdió a su máxima estrella para la repesca y aun así siguió adelante, cuyos jugadores se enfrentaban a una presión gigante, la de 36 años sin pisar un Mundial.
Ha sido mucho tiempo de espera. Quizás demasiado. Cualquier peruano que haya nacido después de 1982 soñaba con ver a los incas en la Copa del Mundo. Otros, pensaban que jamás la volverían a ver. Un país que estuvo en el primer Mundial de la historia (1930, Uruguay), que alcanzó los cuartos de final en México con Teófilo Cubillas al mando (cinco goles, el tercer máximo goleador) y que ocho años después superaba la primera fase como primera de grupo por delante de la Holanda de Neeskens y Rensenbrink (con otros cinco goles de Cubillas).
Desde el Mundial de España, torneo en el que dejó la peor actuación de su historia, Perú no se volvió a levantar. El golpe más duro llegó en la clasificación para la siguiente edición, celebrada de nuevo en México. En la última jornada, ganaban 2-1 a Argentina y lograba el pase como líderes. Pero un gol de Ricardo Gareca (sí, el actual seleccionador peruano) puso el empate para la Albiceleste a diez minutos del final y mandó a Perú a la repesca, donde cayó ante Chile. 32 años después, el gol de falta de Paolo Guerrero a Colombia metió en la repesca a Perú… y eliminó a Chile.
El camino ha sido largo y pedregoso. La única edición en la que estuvo cerca de clasificarse en las tres últimas décadas fue para Francia 98, cuando solo la diferencia de goles (otra vez con Chile) le dejó fuera. El resto, pésimas clasificaciones, incluida la de 2010 en la que acabó último. En la Copa América, en cambio, alcanzó las semifinales en dos ocasiones consecutivas (2011 y 2015) y estuvo al menos en cuartos de final desde 1999.
Recuerdo como si fuera ayer mi entrevista con Ángel Cappa previa a la Copa América que se disputaría en Chile en 2015. Le pregunté por Gareca, argentino como él, y por las opciones de Perú, país en el que había entrenado tres años atrás. Su respuesta me dejó trastocado: «Gareca es un entrenador ambicioso, que apuesta por el buen fútbol. Claro que está en Perú, que es un país deprimido futbolísticamente. Los dirigentes del fútbol peruano no tienen sentido, los campeonatos se organizan de muy mala manera, los campos son horribles… todos conspiran contra el fútbol, que tiene buenos jugadores y una historia. Y los primeros en no respetarla son los dirigentes».
Contra todo ha luchado Perú para estar en este Mundial, lo que hace mayor su heroicidad. No tienen un Messi, un James, un Cavani, un Neymar o un Alexis Sánchez. La inmensa mayoría de sus jugadores militan en la liga local, a la retaguardia entre las disputadas en Sudamérica. Claudio Pizarro, el mejor futbolista peruano en la última década, tiene 39 años y hace solo unos meses estaba sin equipo. Farfán, sin la velocidad que le caracterizaba en sus tiempos en el Schalke, ha sabido tirar del carro en los últimos partidos.
La presión no le ha podido a los de Gareca ni fuera de los puestos ni en plena lucha por el acceso directo. Los incas no pierden un partido desde el 16 de noviembre de 2016. Justo hace un año. Caían con Brasil por 0-2 y eran relegados al octavo puesto, a cinco puntos de Argentina (en repesca). 11 meses después, en la Bombonera, la Albiceleste temblaba incapaz de marcar un gol ante el muro peruano, que no se derribó en 90 minutos de infarto. La jornada terminó con Perú por delante de Argentina y con la ilusión por las nubes.
Nunca he visto un país tan volcado, ni tantas camisetas blanquirojas, ni tantos carteles de apoyo. Los que creen que el fútbol es solo un deporte, se equivocan. En Perú, la gente respira por su selección, cosa que envidio en nuestro país (aquí somos más de nuestros clubes que de la Roja). Por eso, profesores, médicos, albañiles, taxistas y dependientes visten la camiseta los días de partido. Por eso, el gobierno decretó día festivo si Perú se clasificaba al Mundial. Por eso las lágrimas de felicidad y la alegría desmedida.
Nueva Zelanda era el último escollo. Un rival muy inferior (la 110 en el ránking FIFA, Perú es décima) pero que logró un 0-0 contra todo pronóstico en Wellington y había metido los nervios en el cuerpo a una selección que perdía a Paolo Guerrero por supuesto dopaje. La noticia sentó como una patada en la entrepierna, pero ni así se deprimió Perú, que en el Estadio Nacional rugió al tiempo que lo hacían sus aficionados y brindó un partido para el recuerdo.
Así se grita un gol que mete a un pueblo futbolero en el Mundial después de 36 años. Con la emoción y este llanto de @Arevalosport12, el relator del canal ATV de Perú. pic.twitter.com/0lrNcVKp7a
— Lucas Beltramo (@LucasBeltramo) 16 de noviembre de 2017
La Foquita puso el 1-0 con un zarpazo tras centro de Christian Cueva (ex Rayo Vallecano) en una primera parte de ensueño. El resultado no era de 3-0 de milagro, cuando Gallese firmaba una parada histórica en un remate de cabeza a bocajarro de Wood. En el 65′, Adrián Ramos colocaba el 2-0 en un saque de esquina y llevaba al éxtasis a todo un país. Perú estará en el Mundial 36 años después. Rusia espera.
Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).
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