Para qué vamos a obviar el saludo por el coronavirus si luego nos vamos a estar dando abrazos y besos. Para qué decimos que vamos a dejar de salir por la noche si al día siguiente ya estamos pensando en nuestra próxima fiesta, en ponernos la corbata en la frente e intentar bailar en el peor tugurio de la ciudad con el ron cola en la mano. Para qué, si se puede saber, el Real Madrid viaja a Sevilla, tras ganar a su eterno rival, con esa desidia tan propia de encuentros en los que ya no te juegas nada y el sol aprieta, cuando correr es un síntoma de locura. Resulta que los blancos se jugaban el liderato tras un triunfo muy especial hace tan solo 7 días. Y ahora ese resultado pierde valor.
Supongo que la vida es esa calzada en el que buscamos respuestas y solo encontramos, por ese camino tortuoso, dudas y más dudas. Los merengues se plantaron así en el Villamarín, tratando de resolver un galimatías que dura ya demasiadas semanas. Tantas, que ya no depende de sí mismo en el campeonato nacional y tiene una empresa complicadísima en su competición fetiche, la Champions League. Los que no estamos cerca del entorno blanco nos podemos preguntar, por ejemplo, qué le ocurre a Gareth Bale. Cuando le busco en internet el primer resultado que sale es que Bale es calvo, así que tampoco ayuda demasiado. El galés está en un laberinto pese a que sigue pareciendo que podría ser un puntal de un ataque que le falta mordiente. Y muchos se cuestionan la falta de pelo en la coronilla.
En el plano ofensivo, en el que Karim Benzema siempre estará entre el cielo y el infierno, pululan una serie de futbolistas que no están en esa dinámica que debería ayudar a un conjunto campeón. Dejando de lado al galés y sus problemas capilares, Mariano y Luka Jovic, dos arietes muy complementarios, supuestamente, para el francés, no comparecen. En ese sentido, siempre se le ha atribuido a Zinedine Zidane esa buena mano que tiene con el grupo, un antónimo este curso con la falta de oportunidades para más de uno. El Madrid tiene demasiados futbolistas desaparecidos, casi marginados. Y eso, como demostró el técnico en su primera etapa en el club, es un problema enorme en estas temporadas de tantos viajes y partidos. Si algún titular se duerme, además, es complejo quitarle el puesto. No hay alternativas.
Quizás ese sea uno de los motivos por los que el Madrid saliera, ante un Betis que no ganaba en varias jornadas, reservado. Vinicius volvió a intentarlo, como siempre, pero se encontró ante unos locales que se envalentonaron con el transcurso de los minutos y la falta de empaque de los visitantes. De nuevo, la parte de atrás sufrió esos momentos de desconexión que significan goles, pese a la tremenda calidad que hay en la zaga. Si no estás concentrado, puedes encajar en cualquier momento. Aunque sea Sidnei el que golpee desde lejos. Thibaut Courtois ya había hecho varias paradas de mucho mérito. No iba a ocurrir lo mismo con ese disparo, ni con el postrero tanto de Cristian Tello. Ya era tarde para remontadas.
Marcel Proust estaba obsesionado con el tiempo perdido, los Arctic Monkeys, como nosotros, no paran de cantar sobre las cosas que suceden en la noche. ¿Por qué solo llamas cuando estás borracho? Cosas así se preguntan los británicos. Cada uno tiene sus obsesiones, como veis. Zidane dice que en el estadio del Betis hicieron el peor partido de la temporada y quizás no le falte razón. Al francés se le ve perdido porque cada vez que se hace cuestiones sobre su equipo le crecen los enanos, tanto en lo deportivo como en lo extradeportivo. Así, es casi imposible optar al título, pese a los problemas que también hay en la otra acera. Para qué pensar tanto. Nos hacemos demasiado daño.
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