Las relaciones siempre son complicadas. Tienen altibajos, momentos buenos y malos. Aunque los inicios suelen ser bonitos, es cuando ves lo mejor de la otra persona, sin defectos. Pero claro, cada relación es un mundo y digamos que la de Ronald Koeman con el Barça está teniendo de todo, y no precisamente bueno. Por si fuera poco, una relación a tres bandas Koeman-club-jugadores es más complicada si cabe. Cada uno tira para un lado (opuesto al de los demás).
Que el vestuario del Barça tira para un lado y que Koeman tira para otro es más evidente en cada comparecencia ante los medios (sea con preguntas o sin). La última prueba de ello, y una de las más clarividentes, es la rueda de prensa previa al partido de Champions frente al Benfica. Habla Ronald Koeman ante los micrófonos de Movistar y dice que “hay que ser realista. Hoy en día, con los cambios que estamos haciendo con el equipo, es complicado estar a la altura de equipos muy importantes’’. Pocos minutos después sale Araújo, el mismo Araújo que celebró como si fuese el título de la Champions el gol que marcó ante el Granada, tocándose el escudo, con rabia, a lo capitán, y dice ahora que “no podemos ir a ver lo que pasa. Tenemos que ir a ganar y competir por lo más grande y ganar el máximo de títulos que podamos’’. Todo esto casi 2 semanas después del “esto es lo que hay”. Lo que hay es un entrenador que dice que no se puede, una plantilla que en voz de sus capitanes dicen que sí se puede y un presidente que dice que por supuesto que se puede, aunque no quiere que sea con el que está en el banquillo, pero que no le queda otra.
Y yo me pregunto, ¿qué separa el realismo del conformismo? Desde luego, Koeman está rozando la línea, que es muy fina. El neerlandés se pone la venda antes de la herida (si no ganamos un título, yo ya lo dije. Avisé de que no nos daba para la Champions. ¿Y si al final sí ganan un título? Pues eso que se llevan). Y una y otra vez manda el mensaje de que con lo que tengo hago lo que puedo. Realista lo llama él. Y estamos en septiembre todavía. El mensaje no puede ser más desesperanzado, desmoralizado y desilusionado. Todo al mismo tiempo. Una vez más, Koeman sigue con la misma cantinela, esta vez antes de medirse al Benfica, rival ante el cual por mimbres debería ganar. Eso, en teoría, pero a estas alturas cualquier equipo se convierte en sheriff.
Pero pasemos del “no nos da para más”, al “somos el Barça” y el “yo no estoy aquí para ser tercero”, de los jugadores. Cuando tus propios futbolistas te están diciendo que puede que no den para más, pero que no van a colgarse el cartel de derrotados antes de entrar en la batalla, te están dejando claro que saben que no confías en ellos, que no ves en ellos posibilidades. Los capitanes se han desmarcado totalmente en los últimos días del discurso derrotista de su técnico. Un claro síntoma de la poca sintonía que hay entre ambas partes.
Y luego está el mensaje de Joan Laporta. El mismo Joan Laporta que intentó echar al neerlandés este mismo verano y que se tuvo que conformar con él porque “era lo que había”. El presidente pide títulos a un entrenador en el que no confía. Pero es lo que tiene que hacer de cara a la galería y al socio, pedirle títulos. Aunque no sé si él mismo cree en ellos.
Cada una de estas tres partes que conforman al Barça como entidad -técnico, jugadores y directiva- no sólo va en una dirección distinta, sino que esa dirección es opuesta a la del resto. Y así no se van a encontrar nunca y va a ser muy difícil que este año no vuelva a ser otro año de paciencia y transición.
Imagen de cabecera: FC Barcelona