OPINIÓN | Casi lo consigo. Me fui para cama tras acabar el partido, más por deseo de señora que propio, y al meterme en cama me quedé dormido de inmediato. Casi petrificado y tan a gusto que apenas noté las incursiones del gato de un lado a otro del edredón. Le puse Haruki, por cierto. Ya que los gatos no te van a hacer ni puto caso cuando los llames, al menos que tengan uno cool, pensé. El caso es que me desperté más espabilado de lo normal, enérgico y como hacía tiempo que no recordaba. Me puse zapatillas, rasqué por debajo de la cintura y todo ese ritual matutino. Todo estaba siendo perfecto hasta que miré el reloj: eran las 3:20 de la madrugada.
Algo así fue el partido de ayer en el Calderón. En mi discreta e irrelevante opinión, el Atleti fue víctima de su propia ansia. El Cholo Simeone planeó la venganza de Milinko Pantic, sin ser consciente de que en el primer minuto, tras el golazo de Torres, ya tenía la eliminatoria empatada y podía volver a empezar de cero. Faltó lo que ha sobrado en los últimos tiempos en el Manzanares; cabeza. Alguien que dijese: «Eh, ya está, no tienen ventaja, juntemos líneas, cerremos espacios y hagamos eso que sabemos hacer tan bien».
Este Barça que ya no fabrica centrocampistas sino que los engulle, es un safari por África. Puedes sentirte cómodo con él pero nunca estarás libre de un zarpazo. Y antes de que el partido se acabase en el descanso, ya había rasgado tres veces. Una locura no guardar la ropa ante tres gigantes como los que juegan ahí arriba. Ayer, al fin, se encontró el tridente azulgrana sobre el campo con la frecuencia que debería ser habitual, para goce y disfrute de Luis Enrique.
El partido finalizó tras un primero tiempo intenso, intensísimo. No sé si conscientes de su error o fruto de la sobreexcitación, los jugadores del Atleti buscaron a un responsable que pagara los platos rotos y encontraron a Neymar, y ése fue el principio del fin, tras recriminarle una acción en la que pisaba el balón ante Raúl García.
Pedirle a Neymar que no gambeteé es como pedirle a Jota que vocalice. Casi una insolencia. Gabi puede buscar en YouTube ‘Neymar skills’ para darse cuenta de su error. Pero ni eso ni una bota ni un árbitro pueden marcar para el recuerdo un partido en el que pasó tanto aunque solo durase 45 minutos.
Desde Betanzos D.C., con Haruki en el regazo y un café con leche de soja asquerosa en la mano, se despide un servidor, con un sueño que solo se obtiene tras pasar la noche en vela o escuchar La Rosa de los Vientos.