El español Rafael Nadal se clasificó este viernes para la final del US Open 2017 al vencer por 4-6, 6-0, 6-3 y 6-2 al argentino Juan Martín del Potro, en un encuentro en el que el número uno del mundo mostró su mejor versión.
Nadal, máximo favorito en el cemento neoyorquino, se recuperó se un inicio desfavorable para quedarse la victoria en dos horas y 31 minutos de juego. Su rival en la definición será el sudafricano Kevin Anderson, que más temprano accedió a su primera final de Grand Slam al derrotar por 4-6, 7-5, 6-3 y 6-4 al español Pablo Carreño.
«Tener la posibilidad de jugar otra final y ganar un nuevo título aquí es muy importante para mí», aseguró Nadal al pie de la pista.
De esa manera, Nadal llegó por cuarta vez a la definición en Nueva York, instancia a la que no arribaba desde 2013, cuando se impuso por segunda vez después del título de 2010. Además, consiguió su décimo quinto éxito consecutivo en una semifinal de Grand Slam. Desde 2009, cuando precisamente Del Potro lo eliminó en el US Open, que el español no pierde un partido en esa ronda.
Como si el partido ante el suizo Roger Federer no hubiera terminado, Del Potro comenzó el encuentro con la misma concentración. Sabía que no podía permitirse que el campeón de 15 Grand Slam tomara ventajas rápidas y se escapara en el marcador. El español, un poco más conservador, salió a ver qué proponía su adversario y se encontró con un Del Potro agresivo desde el saque, dominante con la derecha y muy sólido con su revés. Esas virtudes del rival le hicieron tomar nota que no podía especular si no quería llevarse una sorpresa ingrata.
Su problema en ese momento es que cuando lo hizo, el argentino ya había logrado un quiebre. Pero lo positivo es que lo hizo reaccionar pronto en el partido. Si bien no pudo recuperar la desventaja en el parcial, lo enfocó de lleno en el match, para empezar a jugar profundo, para no dejar que Del Potro dominara con su derecha y para buscar variantes para que su rival no pegara bien apoyado.
Lo que era una ventaja para el argentino, trajo dos consecuencias que no lo beneficiaron. Lo hizo relajarse, con la consecuente baja de intensidad, y metió de lleno en el partido a Nadal. «Necesitaba cambiar muchas cosas», reconoció Nadal sobre ese primer set. «No estaba jugando mal, pero tenía que ser más profundo, moverlo más, presionarlo más y no dejarlo que pegara tranquilo su derecha», indicó el español, con un diagnóstico más que preciso.
Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, Del Potro, que no había concedido oportunidades con su servicio, vio como Nadal le quebró en dos ocasiones, para prácticamente sentenciar el set. Derechas ganadoras, defensas heroicas, «passings» a la carrera, bolas a contrapierna y drops para cortar el ritmo incluía el repertorio del español. Era una exhibición, porque además de todo, no cometía errores.
Por el contrario, el campeón de 2009 no lastimaba con su derecha, no encontraba su primer saque y sufría con su revés. Además, no podía cortar la hemorragia de games perdidos, que llegó hasta nueve, los seis del segundo set y tres del tercero, ya encaminado para el número uno del mundo.
Pese a la reacción del argentino, que había vuelto al partido, una volea ganadora de Nadal puso el juego 2-1, justo a las dos horas de juego. El número uno del mundo sabía a esa altura que era muy difícil que el desarrollo se revirtiera. Por eso, salió decidido a no dejar respirar a su rival. Otra vez jugó alto y profundo, presionó desde la devolución y atacó cada pelota corta que dejó el argentino.
Cuando quebró en el tercer juego, ya no había mucho más por hacer. Con la determinación habitual, Nadal coronó la tarea y se quedó con el boleto para la final ante el debutante Anderson. «Si yo jugaba mal, perdía. Así que tenía que jugar bien y estoy muy feliz de haber ganado», sintetizó el diez veces campeón de Roland Garros.
A Del Potro le quedó el consuelo de un gran torneo y la ovación de despedida, incluido Nadal, que se llevó del público neoyorquino.
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