
En las Navidades de 2021, Molly Caudery estaba entrenando en el gimnasio de su casa cuando algo trágico sucedió. Una barra de metal se cayó, ella intentó sostenerla y terminó aplastando uno de sus dedos. Fue corriendo al hospital local, temerosa de perderlo. Era una herramienta insustituible en su vida, porque Molly Caudery era una de las mayores promesas mundiales del salto con pértiga. Allí, en urgencias, le dijeron que no podían hacer nada y solo le pusieron una venda. “Tenía el dedo colgando en un 90%, estaba a punto de caerse del todo”. Entonces, el día de Nochebuena, su padre condujo durante cinco horas hasta Derby, donde habían sido informados que trabajaba un médico especialista en el tratado de manos. Tres operaciones después y tras una recuperación meteórica, Molly se ha convertido en una de las sensaciones del mundo del atletismo y en una de las pertiguistas del momento.
Nunca lo tuvo fácil. Se crio en Cornualles, al suroeste de Reino Unido, allí donde se encuentran el Mar Céltico y el Canal de la Mancha. Allí donde termina Gran Bretaña. Allí donde, en palabras suyas, no hay nada. “Crecer allí fue muy difícil, pero no lo cambiaría por nada. Me hizo ser como soy”, admite. Porque, para entrenar, tenía dos opciones: hacerlo a la intemperie, fuera cual fuera el clima, o coger el coche para irse alguna ciudad cercana. “Solía entrenar al aire libre todo el invierno. No me quedaba otra. Apenas tenemos instalaciones. Si quería hacerlo en un pabellón cerrado, tenía que conducir unas cuatro horas hasta Bath, entrenar y luego hacer el mismo camino de vuelta. Crecer en Cornualles me hizo ser quien soy”, añade, para terminar diciendo que la resiliencia adquirida en la juventud le ayudó a superar innumerables lesiones.
De una familia de atletas (su padre fue combinero, su madre fue saltadora y su hermano es pertiguista), Molly cosechó diferentes éxitos antes de la mayoría de edad. El mejor, sin duda, el subcampeonato en el Mundial Junior bajo techo en 2017. Entonces se marchó a entrenar y estudiar a la universidad de Miami, allí donde lo había hecho también su padre. Pero Molly siempre necesitaba volver a casa. Echaba mucho de menos las costas donde casi cada mañana cogía su tabla e iba a hacer surf en un clima radicalmente opuesto al que se encontró en Florida.
Llegaron grandes sinsabores, como la decepción en el Mundial Sub20 y los Juegos de la Commonwealth de 2018, y varios años difíciles donde aparecieron diferentes lesiones que la dejaron en el dique seco. “Miraba a mi alrededor y veía que todo el mundo tenía patrocinadores, pero yo no. Nunca pensé en que podría vivir de esto realmente”. Tardaría muchos años más en lograr que Adidas se atreviese a darle el lugar que merecía.
Tenía 21 años cuando, en casa por las vacaciones de Navidad, entrenaba en el pequeño gimnasio que había terminado por construir en su garaje. La barra se atascó y se acabó cayendo, dejándole pillado el dedo y aplastándoselo. Después de aquel viaje por carretera para ver a una eminencia en la reconstrucción de manos, de un injerto y de tres operaciones tediosas con tres recuperaciones, Molly volvió a saltar. “Nunca temí ver reducida mi carrera. El dedo índice estaba destrozado, pero cuando me dijeron que lo podrían reconstruir… Creo que realmente podría haber sido mucho peor. Y, aunque me hubiera terminado quedando sin dedo, seguro que habría encontrado la manera de seguir saltando alto”, recuerda ella.
El caso es que, tras un Europeo flojito, Caudery fue la sensación de los Juegos de la Commontwealth que se celebraron siete meses después de su accidente. Allí ganó la plata, quedando solo por detrás de una sorprendente Nina Kennedy que más tarde también ganaría el oro olímpico. En esos momentos, Molly comenzó a creerse de verdad que podría vivir del atletismo. Si seguía una vida constante de entrenamiento y sacrificio, lo lograría.
Para su fortuna, admite tener muy pocos vicios, y todos tienen relación con una vida saludable. Salir a caminar al monte, hacer surf… pero también otras actividades reñidas con el deporte de élite. Porque a Molly le va el riesgo. Paracaídas, puenting y todo tipo de aventuras que conlleven la adrenalina al máximo. Eso sí, ha tenido que aparcarlos todos ahora que sabe que sí va a vivir de la pértiga.
Pero le costó. Porque en 2022, después de un europeo donde casi no pudo rendir por lesión, decidió operarse el Aquiles. Necesitó dos cirugías para arreglar un problema de espolón que le causaba mucho dolor. Después de un quinto puesto en el Mundial de Budapest de 2023 y ya con 23 años, las marcas seguían sin tener a Caudery en cuenta, aunque Adidas sí hizo un primer tanteo al ponerse en contacto con ella.
Fue justo a inicios de 2024 cuando firmó su contrato profesional. El hecho de entrar en la Diamond League y de estar entre las 10 mejores de la disciplina a nivel mundial la colocaron como una de las atletas a seguir en el Mundial de pista cubierta que se celebró en marzo del año pasado. Allí, Caudery demostró que Adidas no se equivocaba y saltó 4’80 metros para darle el oro a Reino Unido.
Aquello supuso un boom en su carrera y en su vida personal. Porque el perfil de Instagram de Molly comenzó a llenarse de seguidores. Hoy suma casi 400.000. En su cuenta, Molly acostumbraba a subir fotos de sus vacaciones, de exponer cómo era su vida y su día a día y también de enseñar sus recetas de cocina, su otro gran pasatiempo, ese donde consigue matar un poco el gusanillo de no poder compaginar el atletismo con el surf. Molly, incluso, ha tenido que salir en varias ocasiones a desmentir que sea modelo o que se publicite como tal.
Y entonces llegó París. Caudery no había dejado de pensar en los Juegos Olímpicos en los meses anteriores a su conquista mundial, pero en su imaginario no estaba Francia, sino Los Ángeles. “Cada atleta tiene su cronograma y en el mío se presuponía que llegaría bien en 2028”. Pero Caudery acudió a la capital gala.
Allí, en cambio, sufrió el revés más duro de su carrera. Con un mejor salto de 4,92 metros que, aparte de ser récord nacional, era la séptima marca de la historia y la que la colocaba como líder mundial del año, partía como una de las claras favoritas a las medallas. En cambio, fue incapaz de superar la primera altura en los clasificatorios, unos escasos 4,55 metros que le rompieron el alma y la dejaron fuera de la final.
La herida sigue abierta, como ella misma admitió hace una semana. “Sigo sin saber qué sucedió. Me encontraba bien. Adoro las multitudes. No estaba nerviosa. Simplemente no fue mi día, pero sigo necesitando respuestas”. Risueña y con una gran puesta en escena, Molly suele ser una de las favoritas de la grada y confía en sus posibilidades. Ha planificado 2025 como un año donde apenas quiere descansar. Entrena y compite más que nunca y tiene la ambición tatuada en su pensamiento diario. “Una vez he saltado 4,92, voy a buscar superar los 5 metros y, cuando lo consiga, iré a por el récord de Isinbayeva”.
El pasado viernes, Molly Caudery fue una de las atletas más aclamadas en el Meeting de Madrid, perteneciente al World Indoor Tour. En la última prueba del año, Caudery logró poner el listón en 4’85m (que la coloca como la atleta con la segunda mejor marca de la temporada) para llevarse la prueba y, con ello, lograr adelantar en la clasificación final del Tour a Sutej. Podía haber saltado mucho más, pero decidió guardarse las energías. Si bien parecía que miraba al Europeo de pista cubierta, que se celebra este fin de semana, horas después de arrasar en Madrid Caudery anunció que renunciaba a ese evento para centrarse en el aire libre y el Mundial que se celebrará en septiembre, donde aspira a llevarse el oro y seguir demostrando que es una de las reinas de la pértiga global.
Queen Molly
— World Athletics (@WorldAthletics) February 28, 2025
The reigning world indoor champ clears 4.85m to win the women's pole vault at the @AthleticsTourES![]()
She also clinches the #WorldIndoorTour title ahead of's Tina Stuej
pic.twitter.com/8YWtEb581S
Periodista | Profesor | Deporte en general y fútbol en particular | Escribí 'Atleti, historia de un despertar' | A veces hago hilos

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