Lionel Messi ha marcado seis goles en tres días desde la inercia de un ser superior. En el camino ha batido dos récords que sirven para vender periódicos en Barcelona, para alimentar su leyenda y seguramente servirán también para despertar la voracidad de un Cristiano Ronaldo que se relame con estos ‘piques’ como un niño disfruta con la hora del recreo.
No deja de ser sorprendente que justo después de unas polémicas declaraciones donde el astro argentino ‘enseña la patita’ por debajo de la puerta de la directiva, éste decida activar sensores para destapar un tarro de la excelencia que parecía extraviado. Seguramente el saber que el Balón de Oro va a ir por segundo año consecutivo a su nemésis portuguesa ha hecho recapacitar al rosarino, sobre el pasado, presente y futuro de su situación y contexto. Si Messi quiere volver a reinar, puede, condiciones le sobran.
Que Messi coleccione goles es normal, que marque hattricks luce mucho más, especialmente para defender, iniciar o tumbar campañas interesadas desde los dos extremos del puente aéreo, pero no se engañen, que Lionel marque goles no es significativo, ya que hablamos de un superdotado futbolístico que incluso desde la inercia pudo, puede y podrá tener arrebatos goleadores, con fases periódicas de incontinencia y clarividencia de cara a gol. Los goles para él son como los expedientes para un funcionario. Golear es un día más en la oficina. Para testar la verdadera temperatura futbolística del menudo argentino hay que atender a otros detalles, más mundanos si se quiere, pero más relevantes.
Messi quería al Kun y le han traído a Luis Suárez. No es lo que quería, pero se está convenciendo que el charrúa no es mal ‘negociao’. Este martes en Nicosia, hubo un detalle que a un servidor le llamó poderosamente la atención. A la media hora de juego, se perdió un balón en ataque por la banda derecha y como si de un coche con el pañuelo blanco camino de urgencias se tratara se bajó todo el carril en sentido contrario hasta recuperar la pelota en el banderín de córner. Un esfuerzo defensivo que puede ser una forma de vida para Mascherano, pero que en Lionel es como ver una estrella fugaz. Ese sencillo gesto supone un haz de luz y esperanza para la culerada, quien debería interpretar ese simbólico esfuerzo como un signo inequívoco que Messi ha hecho ‘click’.
Luis Enrique hoy esboza una sonrisa canalla, y es que los títulos, a igualdad de calidad, se ganan desde el compromiso. Más allá de los récords hay una realidad palpable, Messi está dentro, Messi ha vuelto.