Otro enero complicado. Por calendario y por los azotes que el Valencia va recibiendo. Año tras año. Desmenuzando la poca ilusión y acentuando el desánimo. El efecto Gattuso va diluyéndose según avanza la competición. Por mil variables, algunas puramente de calidad futbolística, pero el entrenador reconoció en la rueda de prensa post Cádiz que estaba muy preocupado por si su mensaje había dejado de calar. Y, francamente, sería la perdición. Con ‘Rino’ se había logrado enganchar a la mayoría. Solo había que ver Mestalla. Una propuesta valiente, propositiva y un carisma arrollador que indicaba que se estaba en el buen camino. Es cierto que el Valencia exitoso poco tiene que ver con ser alegre y tremendamente ofensivo. Su ADN responde a defender bien, a encajar muy poco, a ser solidario, rocoso y a salir en transiciones con vértigo y desenfreno. Pero Gattuso le había dado consistencia, carácter ganador y unos automatismos que, a pesar de la belleza, no repudiaba la solidez.
El parón por el Mundial ha sentado como un taladro en la pared a las dos de la mañana. Justo antes de Qatar, la goleada ante el Betis volvía a dibujar sonrisas y auguraba buenas vibraciones para la segunda mitad de la temporada. Pero fue un espejismo. Ya en los partidos de preparación se vio un Valencia que preocupaba. Muchos horrores individuales que propiciaban derrotas y poco dinamismo en el juego. Aunque se tenía un escudo recio con eso de “es pretemporada” o con aquello de “no hay que hacer mucho caso”. Y, francamente, fue un detector manifiesto e inequívoco de lo que íbamos a encontrar tras la reanudación. En Villarreal, más por los errores en minutos decisivos, pero sobre todo ante el Cádiz, el equipo fue una lágrima. Sin luminosidad ni concierto. Y lo más inquietante, sin actitud. Pasó en Vallecas y volvió a pasar ante los gaditanos. Principalmente en la primera mitad. El Valencia fue un equipo estático, sin movimientos de ruptura, sin velocidad en la circulación, apático, desidioso e indolente. Y, claro, han saltado todas las alarmas.
Europa ha quedado ya a 7/8 puntos y se ve como un objetivo inalcanzable por cuarta temporada consecutiva. A comienzos de 2023. Demasiada crueldad con una entidad sacudida y zarandeada por la mediocridad e incapacidad de sus gestores. Sus tiempos no son los de fútbol. En Singapur siguen sin entender que las necesidades se solucionan con celeridad. No hay planificación. Ni estructura deportiva. Todo se resume a golpe de improvisación. Y es dramático porque este no es el club con el que crecimos muchos. No hay exigencia. Ni dentro ni fuera. Valen mensajes conformistas y mezquinos alejados del requerimiento de un club como el Valencia. Y, con diferencia, lo que más duele es que no hay luz al final del túnel.
Gattuso valora el cambio de sistema. Variar el dibujo para encontrar más protección y poder cerrar los partidos. Y es lo que ha de hacer. Sin perfiles específicos que puedan solucionarte pérdidas estando el equipo muy alto, ha de recorrer el mismo camino que hizo Bordalás. Retroceder metros colectivamente para no dejar tanto campo abierto. Otra situación será si finalmente esos centrocampistas de ritmo alto, motor y colmillo acaban llegando. Pero ahora es momento de entrenador. De demostrar que tiene el antídoto para la enfermedad que se está sufriendo. Ojalá lo encuentre rápido porque hay una probabilidad, y no pequeña, que en febrero el Valencia se haya quedado sin temporada.
Imagen de cabecera: Valencia CF