Los tiempos han cambiado. Crecimos de golpe, sin darnos cuenta, observando un primer Clásico sin Leo Messi ni Cristiano Ronaldo. Estupefactos. Consumir con el mismo nombre un nuevo producto. Como comerse una rosca rellena de frutos rojos y que la sigan llamando Donut. Sin embargo, aunque fuera a regañadientes, nos acostumbramos a vivir este encuentro global sin las figuras que habían reinado en la última década del balompié. No había más remedio.
Karim Benzema, sin embargo, calmó las aguas. Al fin y al cabo, la eficacia de Cristiano solía pasar por la técnica de las botas del francés, capaz de crear algo bucólico con el balón. Tal fue su paso al frente, que se adjudicó un Balón de Oro para afirmar que él también podía ser el mejor. El Barça, en cambio, vivía duros momentos en los escenarios deportivos y fuera de ellos. Piqué, Busquets y Jordi Alba lideraron la formación de los alumnos que acudían a clase con la mochila llena de talento y hambre para ocupar sus futuras demarcaciones. La luz del faro de Sergio, quien evolucionó y revolucionó el fútbol, también se apagó en el Camp Nou.
Si nos ponemos melancólicos, 2023 suena a ciencia ficción. A película futurista, robots, coches voladores, tíos que escalan rascacielos con guantes trepadores, a inteligencia artificial o a la comodidad transformada en vagancia gracias a la incuestionable eficiencia de Alexa. Ni Messi, Cristiano, Iniesta, Ramos, Piqué, Benzema, Busquets, Casemiro o Jordi Alba, entre otros. Ninguno viste ya de blanco ni de blaugrana. Tempus fugit.
Los más jóvenes destacan en esta nueva edición de un Clásico nada tradicional, que además ni siquiera se jugará en el Camp Nou. Han pegado el estirón, visten camisetas modernas y aguantan la calada profunda de un cigarrillo que invade sus pulmones. Fermín, Gavi, Lamine, Balde, Ferran, Bellingham, Vinicius, Rodrygo, Camavinga o Tchouaméni, entre otros. Son algunos de los nombres del cartel de este sábado y también el de tiempos venideros. Ninguno pasa de los 23 años.
El Real Madrid llega al encuentro liderando la tabla y con el brillante aterrizaje de Jude Bellingham como carta de presentación. No hay nada que otorgue más seguridad que las cifras aplastantes. Con un centro del campo que sigue dejando espacio a una de sus viejas e imprescindibles piezas para que todo siga encajando y con los pasos prohibidos de la samba de Vinicius y Rodrygo, pegadizos y casi indetectables.
El FC Barcelona, por su parte, buscará volver a subir lo más alto de la clasificación en la montaña mágica de Montjuic. Los de Xavi arrastran bajas sensibles como la de Pedri, Frenkie, Lewandowski, Koundé o Rapinha sin saber todavía quiénes estarán disponibles, pero llegan con la contundencia del fichaje de ‘los Joaos’; que ya han mostrado una clara reivindicación en este primer tramo del curso. Los jóvenes rockeros del conjunto culé, imberbes e inconformistas, ya han cambiado el disco donde sonaba ‘I can’t get no’, sin obtener satisfacción, por un ‘Start me up’. Rebeldes descarados que enseñan la lengua.
Llega otro Clásico. Uno más. Los donuts siguen siendo Donuts, aunque lo hayamos puesto en duda ante nuevos formatos, tantas versiones extravagantes y nunca pensáramos que podrían prestar su inconfundible sabor a un helado o un turrón. Del mismo modo, un Clásico siempre será un Clásico. Todos lo esperan y la muchachada ya está preparada.