Qué fácil es acostumbrarse a lo bueno. Cuando atravesamos un buen momento, y esa racha positiva se alarga durante algún tiempo, corremos el peligro de olvidar de dónde venimos, de dejar de ser conscientes de que tiempo atrás no todo eran sonrisas. Cuando un presente resulta brillante hay que saborear todos y cada uno de sus instantes, recoger los frutos del trabajo realizado con anterioridad y pensar en la manera de seguir creciendo. Es entonces cuando la humildad resulta vital, en el momento en que uno sabe que es mejor que antes pero todavía no ha alcanzado la cima, cuando la vil prepotencia puede hacer acto de presencia y echar por tierra toda la progresión lograda.
No hace demasiado tiempo España vivía los Mundiales y las Eurocopas desde el sofá de casa. Seguía los partidos de dichos torneos acompañada por unas palomitas, un refresco y un pensamiento ambicioso a la par que motivador ; “Algún día yo también estaré allí”. No iba a ser fácil, porque por desgracia en nuestro país el fútbol femenino estaba a años luz de poder sentirse profesional, y de disponer por lo tanto de en una selección puntera a nivel internacional. Pero por fortuna este deporte se ha ido abriendo paso entre la maleza a golpe de machete. Nuestra liga empieza a ser un referente en el continente europeo y nuestros equipos comienzan a pisar con asiduidad las rondas finales de la Women’s Champions League.
Como no podía ser de otra manera, ese esfuerzo titánico a nivel de clubes también está teniendo su repercusión a nivel de selecciones. España empieza a convertirse en una habitual en los torneos de prestigio. Tras décadas de sequía en cuanto a participaciones se refiere el combinado nacional viene de encadenar dos presencias consecutivas en Eurocopas (Suecia 2013 y Países Bajos 2017) y otras dos en Mundiales (Canadá 2015 y Francia 2019). Destacando especialmente la edición disputada hace dos años en el país vecino, donde La Roja logró por primera vez en su historia superar la fase de grupos en un Mundial. Y donde se le plantó cara a auténticos gigantes futbolísticos que no hace demasiado estaban muy por encima nuestro, como Alemania o EEUU.
Esa excitante travesía hacia la élite también nos ha permitido levantar algún trofeo. Descubrimos esa magnífica sensación en la Copa Algarve de 2017 y en la Cyprus Cup de 2018. Y en la SheBelives de 2020 nos codeamos con las mejores del mundo para finalmente acabar segundas. Pero sin duda lo mejor está por venir. Y no lo digo yo. Lo dicen las generaciones que en breve se unirán a la que ya nos está haciendo vibrar. Las selecciones sub17, sub18 y sub20 han cosechado en los últimos años auténticas exhibiciones en torneos internacionales, lo cual es señal inequívoca de que en poco tiempo España debe formar parte de esa flor y nata futbolística.
Y de hecho es muy probable que ya lo hayamos conseguido, que ya estemos a la altura de las mejores selecciones del mundo. Las convocatorias de Jorge Vilda, con la combinación justa de juventud y veteranía, de descaro y sobriedad, no tienen nada que envidiar a las de las selecciones punteras. Pero para poder afirmarlo con rotundidad hace falta una actuación apoteósica en un gran escenario. Un puñetazo encima de la mesa que culmine la progresión vivida en la última década, y que confirme que hemos llegado para quedarnos un largo tiempo entre las mejores. Y es ahí donde aparece en el horizonte la Eurocopa de Inglaterra 2022.
España logró hace menos de una semana la clasificación matemática para la cita. Imbatida y con 48 goles a favor y tan solo uno en contra La Roja obtuvo el billete para estar entre los mejores combinados europeos el año próximo. Allí dispondrá de una oportunidad que no puede dejar escapar, la de reafirmarse como una de las selecciones más potentes del continente. Cada vez parece más evidente que este grupo tiene todo lo necesario para marcar un antes y un después en la historia del fútbol femenino en nuestro país, gracias a la experiencia adquirida en los últimos años y a la calidad que atesoran todas y cada una de sus integrantes.
Pocos días después de que la selección española femenina haya soplado las velas del 50 aniversario de su nacimiento podemos presumir del presente alentador que vivimos. Y como decía al inicio toca disfrutarlo, recogiendo los frutos del trabajo realizado con anterioridad y pensando en la manera de seguir creciendo. Las mujeres que hace cinco décadas empezaron a patear un balón con este mismo escudo en el pecho recorrieron los primeros metros de una larga travesía. Una trayectoria ascendente que nos ha llevado muy cerca de la cima, de las mejores, de donde queremos estar. Pero para alcanzar la gloria hace falta un último esfuerzo. Cojamos aire y encaremos el reto de Inglaterra 2022 con la convicción de que podemos hacer algo grande. Hagamos historia y subamos ese último peldaño que nos separa de lo más alto.
Imagen de cabecera: Angel Martinez/Getty Images.
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