Hay pocos jugadores con el magnetismo de Isco, ya lo hemos comentado otras veces. Hay una extraña esencia en sus conducciones, en sus recortes milimétricos e incluso en su natural manera de mover el cuerpo. Se le quiere por su virtud para este deporte y se le señala por su irregularidad. Pero algo despierta cuando se pone las botas.
Hoy fue una demostración más de que el malagueño tiene ideas de sobra para jugar en el Real Madrid. No es cuestión de talento, es cuestión de espacio, de puro encaje físico. Si Isco juega, Bale o James no lo harán; hoy sucedió lo primero. Eso hace cambiar la mente y el esquema, el Madrid juega de otra forma. Con James, Kroos, Modric e Isco en el centro, hay arquitectos de sobra para construir puentes y autopistas, y alguna que otra vez buenos diques de contención.
A parte de la presencia de Isco, con Bale en el banquillo, Chicharito sustituyó a Benzema y Nacho a Sergio Ramos. En otros años, las rotaciones se hubieran temido más, pero el Ciutat de Valencia ha perdido el alma de matagigantes. El Madrid metió 5 como pudo meter muchos más, solo Mariño custodió la dignidad granota.
Hubo doblete de Cristiano, el segundo con lazo y dedicatoria, y ya lleva 15 goles en Liga, como si fuera fácil, como quien echa un sobre al buzón. También marcaron Chicharito, efectivo y luchador mexicano que maneja el espacio en el área con inteligencia y James, en un escorzo meritorio previa asistencia de Kroos. El último fue de Isco, el hombre orquesta con batutas como piernas. Pudo haber más, muchos más, pero la línea de los cinco goles marca la diferencia entre goleada y chorreo, con las debidas disculpas. Se quedó en lo primero.
Del Levante, poco y menos. Solo Mariño salvó de la quema el honor granota y la velocidad de Morales fue como correr en un desierto minado. No fue demérito del Levante, sino una superioridad manifiesta del Madrid. El equipo de Mendilibar sufrió, sobre todo, en la segunda parte, en una macabra coincidencia entre el desgaste propio y el clínic de Isco. Sobre el minuto 10, el recital comenzó: un pase mágico a Cristiano, un sombrero medido, un tacón a Marcelo y un disparo que olía el gol. Le bastaron 30 segundos para hacer esto, y seguro que lo hubiera hecho en menos.
Cabe una aclaración: Casillas era la mancha roja que descansaba bajo palos. Suponemos que era él, porque nada sucedió para confirmarlo. Su equipación está lista para Anfield, aún conservará el olor a suavizante. Además, debutó Medrán, que a veces se confundía con Isco, por color de botas y coreografía corporal. El canterano vio cómo el Madrid se paseaba en Valencia y cómo la velocidad de cruzero tiene la semana que viene el mayor obstáculo: el Bernabéu decide en 7 días si todo esto es real o mero artificio. Para el elogio de hoy, al menos, sirve.
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