En Villarreal le salió bien al Barça, en Almería le salió mejor y en Mestalla le salió óptimo. En Getafe el alambre se rompió, y es que cuando andas sobre el filo y empiezas a cargar peso llega un momento que el fino elemento dice basta.
Llegaba el cuadro azulgrana al Coliseo getafense con la consigna clara de sacar los tres puntos y poder domesticar así a esa fiera blanca que lidera y arrasa. El Barça no ha logrado la excelencia en los cuatro meses de competición, pero seguía haciendo la goma con un híbrido entre pegada, automatismos y épica.
Luis Enrique dejó a Neymar en Barcelona, e Iniesta y Mascherano se quedaron en el banquillo. Busi, Rakitic y Xavi para armar, con Pedro, Suárez y Messi para definir. Los once de Lucho parecían dinamita más que suficiente para obtener el botín de tierras madrileñas. Lo parecía.
El partido fue tedioso, y poco a poco la lluvia fue calando en un Barça que nunca estuvo cómodo ante la estudiada tela de araña que Cosmin Contra tejió hoy sobre el césped pesado de la ciudad madrileña. Luis Suárez corrió lo suyo y lo de Messi, pero estuvo nublado de cara a gol. Messi se dosificó en exceso y estuvo errático por momentos. Pedro corrió, eso lo asegura siempre, pero fue una copia mala del Pedro que hace justo un año, en ese mismo césped, metió un hat trick, una asistencia y provocó un penalti.
Busquets es muy bueno pero no es un superhéroe -no da para todo-, Xavi tiene una edad y ya no está para 90 minutos de dirección prolífica y continuada e Ivan Rakitic tiene más disparo que combinación, y eso en el Barça es un problema en ciertas fases del partido, de hecho lo es en casi todas -zarpazo del Ciutat de Valencia al margen-.
El Getafe esperaba con las líneas muy juntas y asomaba la cabeza con buenos contragolpes. Así fue como Lafita rozó el 1-0 al filo del descanso. Claudio Bravo evitó el gol con una sensacional estirada. Hubo dos manos, dos penaltis, uno en cada área y en un intervalo de un minuto. No se señaló ninguno. No busquen excusas porque les podrían tachar de ‘loser’.
El dominio del Barça en la primera mitad fue tan manifiesto como estéril. ‘En el segundo acto se mata esto’, debió pensar el sufrido seguidor culé acostumbrado al ‘happy ending’ en esta Liga.
Los minutos pasaron, la lluvia seguía, y a más agua mayor sequía en el Barça -tan paradójico como cierto-. Piernas cansadas e ideas confusas. Un libre directo de Messi a la cruceta fue el mayor conato de peligro en el segundo tiempo pero las tablas se fueron fraguando hasta cimentarse en un hecho irrefutable. Un empate que lastra aspiraciones ligueras, abre una semana pre-navideña complicada e hipoteca una persecución que se pone ahora mismo mucho más difícil.
Remontarle cuatro puntos al Real Madrid siempre es complicado, pero ahora mismo, quitarle cuatro puntos a ‘éste’ Real Madrid se antoja quimérico atendiendo a los destellos y fuegos de artificio de unos, y a las dudas y sombras de otros. Más aún para un equipo como el Barça, que está más acostumbrado a ser conejo que galgo.
Destacar el meritorio partido del Getafe de un Contra que le ganó en la pizarra y en la lectura a Luis Enrique. Imperial el tándem de centrales Naldo-Velázquez. Un Getafe que pudo ganar el choque si el árbitro no hubiera pitado el final unas décimas antes que le cayera un balón franco de gol a Álvaro Vázquez.
Conclusión, sequía bajo la lluvia, adiós al ‘happy ending’ y Navidad complicada en Can Barça. Cuatro puntos ya no son dos.