El primer #ClásicoSphera de la temporada ya está aquí. Por fin. Pocos partidos en todo el mundo -probablemente ninguno- generan tanto interés, reparten alegrías, sumen en la tristeza y hacen que la actividad planetaria se pare, durante 90 minutos, como este. Probablemente ninguno. Aunque llegue en una semana funesta en la que, cruelmente, nos hemos vuelto a dar cuenta que el fútbol queda a un lado y hay cosas más importantes por las que preocuparse. Pero la vida sigue y, como dice Valdano: “el fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes”.
El partido llega en un momento dispar para ambos conjuntos. Un dèja vu de la temporada pasada a la inversa. El Barça llegaba mejor y el Real Madrid de Rafa Benítez era un mar de dudas. Efectivamente, aunque de una forma tan abrupta como nadie era capaz de imaginar, el Barcelona se impuso en el Santiago Bernabéu por 0-4. Este año, el corderillo asustadizo es azulgrana y el lobo feroz que afila sus fauces para pegar un bocado a la liga viste de blanco.
El aficionado de la Ciudad Condal es un legendario mitómano de las películas de terror. Masoca, tal vez. Le mola sufrir. El pesimismo y la negatividad han convivido históricamente, en matrimonio, con el culé desde que se levanta hasta que se acuesta, acrecentado en un escenario como este donde perder puede significar quedar noqueado en la lona, hasta que primero ‘El Flaco’, posteriormente su discípulo el que mea colonia y la mejor generación de la historia del club, con un argentino de personalidad tímida y juego de pies endiablado, le obligaron a cambiar su rol. El nuevo aficionado del Barça, el del siglo XXI, es optimista por naturaleza. Leo le ha obligado.
Pero el resto, todos esos aficionados temerosos de celebrar hoy por el perjuicio que puedan sufrir mañana, o los hijos criados en contextos semejantes, a quienes no dejan disfrutar del presente y recuerdan a diario que cualquier tiempo pasado fue peor, no irán al bar a ver el fútbol. Lo harán desde el sofá de su casa, escondidos bajo la manta y con las persianas sin dejar un vago resquicio de luz. Por lo que pueda pasar. A todos esos me dirijo directamente: no tenéis nada que temer. Tan solo cerrad los ojos y escuchen el corazón. Y el corazón del Barça tiene nombre y apellidos: Gerard Piqué.
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El defensor blaugrana es vital en el esquema de Luis Enrique. Si Geri está bien, el Barça está bien. Y si el Barça está bien, Leo está feliz. Y si Leo es feliz y le apetece jugar a la pelota en su jardín -el Camp Nou-, vosotros seréis felices. Porque Piqué es personalidad, es defensa, es inteligencia, es ataque, es salida de balón, es anticipación, es juego aéreo y es hasta presidente. Y corazón. Si Piqué está bien, sus compañeros son mejores. Si los malos momentos regresan, si los traumas del pasado atormentan vuestra cabeza durante toda la noche previa, si el pesimismo se apodera de vosotros y no os deja salir de la cama, tan solo pensad en Piqué. Recordad su último gol en El Clásico -y sobre todo su celebración- los títulos ganados desde su llegada, su amor por el Barça y su presencia en el partido. Él tiene que defender a Cristiano Ronaldo. Si él no tiene miedo, no hay nada que temer.
Ahora interpelo directamente a la afición merengue. Afortunadamente, no padecéis de ese cuadro viral infestado de negatividad. Estáis acostumbrados a ganar. Desde siempre. Y nunca dejaréis de hacerlo, tranquilos. Algunos lo llaman suerte, flor, yo lo llamo confianza en uno mismo. Pero si alguno de vosotros no ha visitado nunca la sala de trofeos del Santiago Bernabéu, si solo conocéis los últimos diez años de la historia del club, no pasa nada. Contra el mejor Barça de la historia habéis ganado dos Champions. Y ligas. Y copas. Y el año pasado ganasteis en el Camp Nou cunado parecía que os meterían cinco. Repetid el mismo proceso; cerrad los ojos y dejaos llevar por el corazón. Y no hay corazón más madridista que el de Sergio Ramos. Qué se puede temer si tu capitán es un chico valiente, comprometido y que aparece en los momentos decisivos.
Un niño que dejó Sevilla con tan solo 18 años para hacerse un hombre en Madrid. Reconvertido del lateral al central para defender la portería del mejor contragolpeador del siglo XXI. Con lo que le gusta a él marcar, es capaz de hacer el sacrificio y aguardar atrás, apretar los dientes, y evitar las tan apetecibles subidas al ataque por el bien del Madrid. Su Madrid. Ahora bien, si su equipo lo necesita, acudirá al área. Y allí tiene algo especial. Algo que le hace situarse en el lugar preciso, en el momento preciso. Y marcar cuando todo parece perdido o inaugurar el marcador para, dos horas después, levantar el trofeo. Es muy complicado perder con Sergio Ramos en tu equipo. ‘Tarzán’ es defensa, es ataque -sobre todo en finales-, es personalidad, fuerza, valentía, jerarquía, orden. Pero sobre todo es madridismo. Un tipo criticado por fallar un penalti, que tira el siguiente a lo Panenka. Acusado de suertudo por marcar un gol de cabeza. Y va y lo repite, dos veces, y otros dos títulos. Pero qué vais a temer vosotros.
Ambos equipos tienen argumentos de sobra para ganar. Y para perder. Y buena parte de esas opciones dependen de Gerard Piqué y Sergio Ramos. Y quien salga derrotado, si alguien lo hace, podrá sentirse orgulloso de su corazón. Confien, confien en su equipo. Disfruten. Y que gane el mejor.
1994. Tanos, Cantabria. Estudiante de periodismo. @SpheraSports y @FCBsphera “Esa melancolía irremediable que todos sentimos después del amor y al fin del partido”.
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