
Cuatro años y medio después, tras tres finales perdidas ante Novak Djokovic y varias lágrimas derramadas, Roger Federer volvió a ganar un Grand Slam. El 18º de su carrera deportiva, quinto en tierras australianas y en una lucha de tintes épicos contra su tradicional bestia negra, Rafa Nadal. Todo ello tras vivir el periodo más complicado de toda su carrera deportiva, con un año de intermitentes parones por lesiones que le llevaron a apartarle de la disputa de dos de los Grand Slam y del top-10, algo inconcebible en la figura del suizo.
Muchos decían que tanto para Federer como para Nadal el hecho de estar en la final de Melbourne ya era un sueño. Es cierto, pero había mucho en juego. El partido no sólo representaba una final de Grand Slam. Tampoco podemos reducirlo al epílogo de la rivalidad más grande que ha dado la historia de este deporte. Era una batalla por la historia. Por ser el mejor de todos los tiempos. El ‘GOAT’ (Greatest Of All Time), que suelen decir los anglosajones.
La posibilidad de una victoria de Nadal, que no levantaba un major desde su triunfo ante Djokovic en la final de Roland Garros 2014, le acercaba a sólo dos títulos del inmortal récord de Federer, frenado en seco desde el mes de julio de 2012, fecha de su último título en Wimbledon, frente a Murray. Una victoria de Nadal, además, mantenía vivo el sueño de Djokovic, ahora algo inestable mentalmente, de alcanzar los estratosféricos números de Federer para reclamar su trono en el Olimpo.
Sin embargo, era el día de Federer. O al menos eso parecía. Tenía un día más de descanso que su rival -extrañas tradiciones cada más discutidas del Abierto de Australia-, su ‘heredero’ Dimitrov le había echado un cable desgastando hasta la extenuación a Nadal, su revés a una mano fluía como en sus mejores tiempos y hasta la pista de Melbourne era más rápida que nunca. Desde el cambio de cemento en 2008, la bola no había ido tan rápida en la Rod Laver Arena. Curioso hecho, pues desde aquel año Roger sólo había reinado una vez en Australia, en 2010, por las seis de Djokovic, el auténtico rey de las pistas de cemento de velocidad media.
Con todo ello, y pese al recital de juego ofensivo que expuso el helvético durante el partido, especialmente en un tercer set que se acercó a la perfección tenística, Nadal llegó vivo al final, como siempre. Forzaba un quinto set, escenario donde Federer no le ganaba desde hacía diez años, y el suizo, que pedía un inédito medical time out, parecía pedir aire para sus piernas. Los fantasmas aparecían, la posibilidad de perder una cuarta final de Grand Slam se recreaba y el récord de 17 grandes, con su consecuente posición de GOAT, se tambaleaba.
Entonces Roger usó el miedo, aquel que le ha atenazado tantas veces ante Nadal, para ganar. Sacó un orgullo pocas veces alabado cuando se habla de la majestuosa figura del suizo, para darle la vuelta al partido, pasar de un 3-1 desfavorable a un 6-3 triunfante. Tras tres horas y 38 minutos, Federer -que estaba sudando-, estaba tan entero como el atlético y guerrero Nadal. En un final soñado que el ojo de halcón le ‘estropeó’, Federer alzaba los brazos, lloraba y respiraba. Su puesto como el mejor de todos los tiempos, en términos de palmarés, estaba más a salvo que nunca.
Federer, 18; Nadal, 14; Djokovic, 12. El Big Three más famoso de la historia -con permiso del actual número uno del mundo, el escocés Murray-, sigue batallando por una carrera por ser el más grande de la historia que ha ido dando banzados en los últimos años. Si en 2014 parecía que Nadal, por entonces líder de la ATP, en plenitud y a sólo tres majors del suizo, parecía que tenía asegurado su lugar en el trono, hace apenas siete meses era una auténtica obviedad que el ciclón Djokovic, que acababa de pasar por París, superaría a suizo y español. Sin embargo, ahora hemos entrado en otro capítulo.
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La consecución del 18º título para Roger Federer le pone muy de cara esta particular carrera por la historia que comparte con sus compañeros de legendaria rivalidad. Para Nadal, de 30 años y normalmente afectado por intermitentes lesiones, esta derrota ante su rival directo, le deja tocado en su persecución a Federer. Muchas voces sugieren que las opciones de Rafa de sumar algún Grand Slam más se reducen a París. Pero, ¿cuántos Roland Garros más sería capaz de sumar? ¿Los suficientes como para alcanzar a Federer? Y Djokovic, del que ya no se habla, que se ha quedado a seis del récord y que necesita un estímulo mental para volver a ser invencible. ¿Será el 18º, la dificultad máxima por ser el más grande, lo que hará despertar al serbio?
Vigués residente en Barcelona. Escribo en Sphera Sports y en VAVEL. Descubrí a Federer y luego me aficioné al tenis. ¿O fue al revés?

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