El deporte es, en muchas ocasiones, terriblemente injusto con aquellos
valientes que se dedican a practicarlo. No importa de qué disciplina estemos
hablando, el concepto de injusticia prevalece allá donde existan unas reglas y
la idea de competir o, más bien, de ganar. Desde una cancha de baloncesto hasta
una pista de tenis pasando por un campo de fútbol o un circuito de motociclismo,
no hay deporte que se salve a esta quema. Lo cierto es que siempre habrá
alguien que se sienta vulnerado tras el resultado de un encuentro.
Sin embargo, si hay algo injusto (y quizá doloroso) en cuanto a la
práctica de un deporte es trabajar duro, ser constante y protagonizar grandes
actuaciones y encuentros y no ser reconocido por ello. No se trata de un reconocimiento
físico –la típica palmadita en la espalda –, ni tampoco mediático – fama,
flashes y popularidad –, ni siquiera hablamos del matiz económico – que, por
otra parte, nunca está de más –. Se trata del concepto de ser considerado un
rival de altura, un modelo a seguir, alguien a quien admirar pero, al mismo
tiempo, temer (deportivamente hablando).
Cierto es que hay leyendas imborrables, mitos insuperables y
jugadores extraordinarios cuyo nivel pocas veces será alcanzado. Hasta ahí no
hay discusión posible. No obstante, también existen deportistas maravillosos
que, bajo la sombra de esas leyendas, también deberían tener derecho a brillar
y a ser tenidos en cuenta. Una de ellas es la tenista Elina Svitolina. La
ucraniana es una de las jugadoras con mejores resultados de los últimos dos
años y, sin embargo, aún está lejos de alcanzar ese nivel de excelencia.
Y es que a Elina le falta dar ese último paso, la conquista de un
torneo de primera categoría. La victoria en un premier mandatory sería el impulso
perfecto para que la carrera de la ucrania diera ese salto de calidad y le
permitiera aspirar, en un futuro no muy lejano, a triunfar en un Grand Slam. A
sus 23 años aún tiene, sin ninguna duda, tiempo de conseguirlo. Si a ello le sumamos
su evolución y sus números en las dos últimas temporadas, la apuesta es segura.
Porque Svitolina, cuarta raqueta del circuito WTA, es la jugadora del top ten con más títulos en lo que va de
año – Brisbane y Dubái –, la más segura en una final – victorias en 11 de las
13 finales que ha disputado en su carrera – y un absoluto ejemplo de constancia
– siete finales consecutivas alzándose con el título –.
Después de una década en el circuito, Svitolina está preparada
para pasar del sobresaliente a la matrícula. La revalidación de su corona en
Dubái es clara muestra de ello. Sólo Justine Henin y Venus Williams fueron
capaces de lograrlo. Ahora, la ucraniana ya forma parte de ese selecto club. Sin
embargo, aún queda camino por recorrer. Porque a veces quizás se nos olvida premiar
la regularidad. El éxito repentino y las explosiones de talento nos ciegan y
nos impiden ver a jugadoras que siempre están ahí, luchando contra viento y
marea y manteniéndose. Porque ellas también merecen un hueco en la historia.
Porque ellas también juegan.
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