Recuerdo cuando me rompí la pierna. Tenía 15 años, era un niño, y soñaba con jugar en la Barclays Premier League. Tomaba ejemplo de los jugadores del primer equipo, aquellos que veía a veces en St Andrew’s, el estadio del Birmingham City. Era aficionado del Aston Villa, el rival de la ciudad, pero con el paso del tiempo aprendí a ser profesional -no podía hacer otra cosa-. Pero aquella rotura, muy desafortunada, provocó el fin de mi contrato. Debía empezar de nuevo.
Fiché por el Walsall, un conjunto de League One, tras pasar por las categorías inferiores de un equipo escolar. Allí, poco a poco, empecé a hacerme un nombre apareciendo cada vez más en el once inicial y marcando goles importantes. Me llamó Irlanda del Norte en 2012, a pesar de nacer en Inglaterra, en la derrota 6-0 contra Holanda. Nos golearon pero sentí mucho orgullo ya que jugué los 90 minutos. Mis actuaciones empezaron a llamar la atención en la élite del futbol inglés incluso con rumores como el del Aston Villa, que decía que estaba interesado en mí –era increíble-.
Nada se cumplió y tuve que irme al Brentford, de la tercera categoría. Pensé que las cosas iban a ir mejor, que poco a poco iba a llegar a la cima pero en esta jodida-y a la vez preciosa- profesión todo se tuerce. El maldito entrenador, ese alemán que no quiero recordar, me ponía fuera de posición, lejos del área donde no soy yo. Me fui al MK Dons. Era internacional y buscaba cerrar muchos picos.
Desde el primer partido demostré que poseía y poseo una gran habilidad goleadora. Marqué en mi debut pero nunca olvidare ese partido contra el Manchester United, en Capital One Cup, donde ganamos 4-0 y fui escogido MVP. Seguí en gran racha hasta llegar a los puestos de ascenso directo, donde no nos movió nadie de ahí. Jugaba con Delle Alli, por cierto, que está jugando la Eurocopa siendo titular con Inglaterra.
Al acabar la temporada recibí una llamada de mi agente: “Te vas al Wigan muchacho”. No pude decir que no. Pagaban bien y después de bajar de categoría estarían hambrientos por subir rápido. A veces pensaba que merecía jugar en la Premier, quizás en Villa Park, pero no me puedo quejar. Al final me pagan por hacer lo que me gusta. Apreté los dientes y me prometí que iba a triunfar.
Menuda temporada. Me salía todo. Y no solo a mí, sino también a Irlanda del Norte, que se clasificó por primera vez en 30 años para una gran competición. Yo apenas iba convocado, pero Michael me llamó y me dijo que estaba entre los 23 elegidos. No podía ser más feliz. Iba a estar en Francia, con los mejores del mundo.
Al llegar a Francia recibí muchas notificaciones en Twitter. Me di cuenta que todo el mundo cantaba mi canción, aquella que un aficionado inventó subiendo un video a Youtube. Dicen que en los 90 muchos escuchaban en las discotecas el Freed From Desire de Gala, de donde nace el cántico que me acompaña a cada lugar que voy. Ahora todo el mundo entona el famoso y gracioso: Will Grigg’s on fire. No solo los defensas están aterrorizados. También lo están los artistas, ya que mi canción se ha colado en el top 10 de Itunes. Solo espero jugar en esta Eurocopa. Por méritos y flow alguien me lo debe.