Hace unos días me topé con un tuit de Tyler Kalinoski donde citaba el trabajo de un niño que había hecho sobre él. Una tarea escolar que el pequeño tuvo que modificar a última hora porque al Unicaja se le ocurrió firmar una exhibición y ganar su tercera Copa del Rey, la segunda en tres años. El niño tuvo que incluir ese título en el palmarés del escolta del equipo malagueño. En el apartado final explicaba que también es jugador de baloncesto y que el de Cincinnati es una inspiración para él. El jugador le agradeció su apoyo y le felicitó por el trabajo. Dos frases, dos emojis de corazón. Un pequeño gesto a ojos de muchos, un mundo para ese niño. Tratemos de imaginar su sonrisa cuando al salir de la escuela supo que su ídolo le había contestado.
“Nunca he sido el más alto, ni el más fuerte. Siempre encontré maneras de mejorar para poder tener una oportunidad de estar en los equipos”, afirmó Kalinoski hace unos años en una entrevista en Málaga Hoy. La fuerza de un mensaje que realza el valor de la constancia y la superación.
Hablamos a menudo de actuaciones individuales y colectivas, puntos y trofeos, entre otros. Porque eso explica la actualidad del deporte, el espectáculo, el músculo. Sin embargo, los deportistas, además de ese foco, también tienen una responsabilidad que va unida al cargo. La relevancia del comportamiento, el compañerismo, el respeto y reconocimiento al rival, la gestión de la celebración y de las frustraciones. Todo ello está expuesto en una ventana donde se asoman miles de niños y niñas que se inspiran en ellos y les admiran. Una cosa debería ir unida con la otra. Para atar un zapato, necesitamos ambos extremos del cordón.
En tiempos de prisas, inmediatez, producción y en un deporte que cada vez está más intoxicado de maletines y cifras estratosféricas, los pequeños gestos nos reconcilian y nos recuerdan que las cosas más sencillas pueden ser extraordinarias. Alguien dedicó dos minutos a contestar a un niño para hacerle feliz. La cercanía no tiene precio, quizá no haya mejor legado. Esos niños crecerán. Alguno de ellos explicará que de pequeño admiraba a Tyler Kalinoski. Sin duda, para él era el mejor.