El Madrid es un disco duro. Lleva unos meses almacenando información nueva sobre el dominio del balón y el esquema de los cuatro centrocampistas. El espacio del dispositivo es limitado, por lo que ha tenido que desprenderse de algunos elementos: el Madrid ha borrado el archivo del caos. Antes, cualquiera podía jugarse una parte del cuerpo a que el equipo de Zidane acabaría marcando un gol en los últimos minutos. Los blancos se sentían cómodos viviendo en ese estado de máxima excitación porque sabían que el final sería feliz. Ya no. El Madrid ahora se bloquea y no domina el caos. Se ha mudado de hábitat.
Hubo un momento del partido contra el Betis que lo ejemplificó: se lesionó Marcelo y entraron Lucas y Mayoral. El Madrid jugando con doce (como siempre, dirán algunos). Mateu advirtió de la situación a Zidane, que acabó retirando a Modric, el que mejor había interpretado, sobre todo en la primera parte, el juego interior del equipo. Sin el croata y sin Isco, sustituido unos minutos antes, el Madrid se desordenó por completo en los últimos 20 minutos. Se veía a Mayoral subiendo el balón desde el centro del campo, Ramos cerraba como lateral izquierdo cuando no estaba intentando cazar algún balón en el área contraria, lo que obligaba a Casemiro a cerrar como central y dejar desnudo el puesto de mediocentro… El principal peligro lo creaba Lucas con centros desde la derecha y a punto estuvo Bale de marcar un golazo de tacón rematando un centro del gallego. Pero no entró. Como la media docena de ocasiones claras que tuvo Cristiano. A veces, la soberanía reside en la pelota y ayer votó no vivir en la portería de Adán.
El Madrid se descontroló demasiado pronto. La ansiedad generalizada abarcaba todas las camisetas blancas. Había temor, esta vez podía que la cosa no acabara bien. Y acabó peor. El Betis, en un ejercicio de paciencia frente al nerviosismo blanco, trenzó una jugada sosegada que terminó con el gol de Sanabria. El caos acabó en derrota del Madrid.
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