Mientras la selección de Julen Lopetegui prepara el trascendental partido del sábado ante Italia, el fútbol español permanece descabezado con un presidente de la federación del que nadie sabe nada más que no se sentará en el palco del Santiago Bernabéu.
¿Dónde está Ángel Villar? Nadie lo sabe. En la Federación tampoco. Si se pregunta al departamento de prensa, nadie acierta a dar una respuesta concluyente. Nadie le ha visto desde que el 2 de agosto pagara los 300.000 euros de su fianza para salir de la cárcel madrileña de Soto del Real.
Villar sigue siendo presidente, pero fue suspendido por el Consejo Superior de Deportes (CSD) por un año poco después de conocer su ingreso en prisión, que fue el 20 de julio. El que fuera máxima cabeza del fútbol español durante 29 años se resiste a presentar la dimisión. Era lo previsible, conociendo su carácter.
Sin embargo, cada vez está más solo. Esta semana el CSD se reunió con los 19 presidentes de las federaciones territoriales para buscar una solución al conflicto. Y hubo un consenso: acordaron pedir la dimisión a Villar. La inmensa mayoría de esos presidentes lo apoyaron durante largos años, pero ahora también le dan la espalda.
Uno de ellos es Juan Luis Larrea, actual presidente en funciones de la federación, amigo íntimo de Villar y tesorero durante 28 años. Es decir, el hombre que llevó y aprobó las cuentas que ahora se investigan.
El presidente del CSD, José Ramón Lete, explicó tras la reunión con los presidentes de las federaciones que hubo «unanimidad y absoluto consenso en que la mejor de las soluciones sería la dimisión de Villar«.
Esta circunstancia abriría un mecanismo de sustitución establecido en los estatutos que permitiría la convocatoria de elecciones y «la presentación de los candidatos que creyeran conveniente dar un paso al frente«, según explicó Lete.
En el caso de que la dimisión de Villar no se produzca, existe la posibilidad de la presentación de una moción de censura, que tendría lugar en noviembre, para iniciar a partir de entonces un proceso electoral.
Pero todo esto son conjeturas porque lo primero es saber qué piensa hacer Villar. Y para eso habría que localizarle y conocer sus intenciones.
Se supone que el todavía presidente de la federación española está en su domicilio de Las Rozas, situado en una lujosa urbanización cercana a la Ciudad del Fútbol, donde está la sede federativa y donde se entrena la selección española. Se supone.
Mientras tanto, el juez Santiago Pedraz continúa la investigación sobre los presuntos delitos cometidos por Villar y su hijo Gorka, incluidos el desvío de fondos públicos o la administración desleal para garantizarse su reelección en los comicios.
Así pues, el sábado será la primera vez en 29 años que Villar no acuda al palco de un estadio para ver a la selección española teniendo la posibilidad de hacerlo. A día de hoy, es la única certeza en torno a una personalidad tan elusiva.
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