“Hay que saber cuándo parar. Lo hago por el bien del equipo y del Real
Madrid. Los jugadores necesitan un cambio. No veo claramente que vayamos a
seguir ganando. Mejor cambiar para no hacer tonterías. Necesitan otro discurso,
otra metodología de trabajo. Prefiero terminar esta etapa cuando toda va bien,
lo hice como jugador y lo hago ahora como entrenador. Es el momento”.
Estas palabras de Zinedine Zidane solo tienen diez meses. Fueron
pronunciadas exactamente cinco días después de que el Real Madrid alzara su
tercera Champions consecutiva y la decimotercera de su palmarés. La decisión
pilló por sorpresa a todo el madridismo, incluido el propio Florentino Pérez.
Pero tenía su lógica. Todo indicaba que el ciclo del francés en el banquillo
había llegado a su fin.
Era evidente que hacía falta un cambio. Y Zidane, que había defendido a su
vestuario hasta la saciedad, se negaba a hacerlo. Así que dio un paso adelante
y se marchó. El cambio iba a ser él. Si no era capaz de sacar el mayor
rendimiento de unos jugadores que lo habían ganado todo, quizá otros técnicos
sí. El batacazo ante el Leganés en Copa o la desconexión en Liga, donde los
blancos se quedaron a 17 puntos de la cabeza, mostraban síntomas de que algo no
funcionaba. Y Zizou no iba a poder solucionarlo.
Han pasado diez meses desde su marcha, y en ese tiempo el Madrid ha tenido
dos entrenadores, ha sido eliminado por primera vez en una década en octavos de
Champions, ha sufrido goleadas escandalosas ante rivales como el Éibar o el
CSKA de Moscú, ha perdido tres veces contra el Barça y se ha quedado fuera de
la lucha por cualquier título en el mes de marzo. En ese tiempo, el Madrid ha
vivido una profunda crisis en el vestuario, quizá lo que mejor se le daba a
Zidane. Isco saltándose las charlas, Ramos forzando una amarilla para no jugar
un partido que acabó en goleada ante el Ajax, Marcelo marginado, Bale decaído…
En ese tiempo, además, la planificación deportiva ha resultado ser pésima.
Cristiano Ronaldo, máximo goleador de la historia del club, se marchó por la
puerta de atrás. Nunca llegó un sustituto. Sí llegaron Vinicius, Odriozola,
Mariano Díaz y Courtois. Ah, y Brahim Díaz en el mercado de invierno (costó 17
millones y ha jugado 24 minutos desde enero). Julen Lopetegui fue anunciado dos
días antes del debut de España en el Mundial y se armó la marimorena. El San
Benito le acompañó a Julen hasta el día de su destitución, después de un 5-1 en
el Clásico y tras una racha histórica de partidos sin marcar. No apostar por
Vinicius, a la postre el jugador revelación del equipo, fue su mayor error.
Llegó Solari, ganó varios partidos seguidos y se le renovó… ¡hasta 2021! Cuatro
meses después fue despedido.
Queda mucho para el final de temporada. Tres meses que se harán muy largos,
más si cabe teniendo en cuenta que el Barça es líder indiscutible de la Liga,
está en la final de Copa y en cuartos de la Champions. Por eso Florentino ha
movido cartas en el asunto con tal de que los 11 partidos que quedan no se
conviertan en una agonía. Recuperar la ilusión de cara a la 19-20 es una
maniobra que empezó desde el pitido final ante el Ajax. Y la jugada maestra fue
convencer a Zidane de su vuelta.
¿Por qué? ¿A caso no fue Zidane quien decidió marcharse porque no se sentía
con fuerzas para liderar un cambio? ¿Pueden cambiar las cosas en diez meses?
Por supuesto. Ha cambiado todo. No está Cristiano, el Madrid es una verbena y
la temporada es de las peores que se recuerdan. Hasta los propios jugadores
saben que los cambios en verano serán obligados. Zidane ya no tiene miedo a
ganarse enemigos, porque los que se marchen lo harán con total justicia.
Pero sobre todo Zidane vuelve al Madrid por compromiso. Porque Florentino
se lo pidió. Se fue con tres Champions bajo el brazo, algo inigualable. Podía
haber dicho adiós hasta dentro de unos años, o hasta siempre. Pero el Madrid le
necesita y Zizou ha acudido en su ayuda. Solo él puede levantar el ánimo de una
plantilla deprimida. Un ejemplo: Isco y Marcelo, los más señalados, trabajaron
en Valdebebas en día libre. Otro, sobre la voluntad de la dirección deportiva
de invertir en modificar la plantilla: El Madrid ha pagado 50 millones por uno
de los centrales con más futuro del panorama europeo (Éder Militão).
Se fue porque no podía hacer más. Vuelve porque solo él puede devolver al
Madrid a la vida. No solo no hay que recriminarle nada, es que hay que darle
las gracias una y otra vez. De la novena a la decimotercera.
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