Nuevo capítulo en el club peor gestionado de Inglaterra. Y probablemente del mundo. Lo dice Jamie Carragher y también lo digo yo, lógicamente. El último partido de la era Frank Lampard fue una derrota desesperante en el estadio del West Ham. En las gradas estaba toda la directiva del Everton, todos los que no quisieron acudir al pasado envite en su estadio porque «no se podía asegurar la protección» de estos. Al parecer, los aficionados del club asustan tanto que ya los mandamases no pueden ni dar la cara. La policía de Merseyside sacó un comunicado afirmando que no sabía nada de esa situación, que no había amenazas por parte de los seguidores, pero ese es otro tema.
El que compareció por primera vez en 18 meses fue Farhad Moshiri, el propietario de la entidad. El iraní es un gran hombre de negocios, pero no tiene ni pajolera idea de fútbol. Le pillaron las cámaras de Sky Sports al final del choque y cuando le preguntaron sobre el futuro del técnico dejó una siniestra respuesta: «No es mi decisión». Increíble. Si el que tiene el 94% del club no tiene ese poder los aficionados se cuestionan quién dirige el cotarro.
La decisión -que parecía inevitable desde antes del Mundial- se ha ido alargando de manera indecente. Sí, Lampard era un tipo querido por los jugadores y los aficionados por el final del curso pasado, pero los números eran aterradores. De los últimos 14 compromisos el equipo había caído en 11. El calendario, por cierto, era favorable. El problema llega ahora: a 24 de enero no ha llegado ningún fichaje y el nuevo manager no podrá influir en las incorporaciones. Los próximos partidos, encima, son complejísimos.
Los nombres que suenan, por sus gigantescas diferencias, son descacharrantes. Parece ser que la prioridad es Marcelo Bielsa, pero también se habla de perfiles como Sean Dyche. De un romántico a uno que parece afiliado a las ideas de Nigel Farage. 4-4-2 y no te compliques la vida. Lo bueno del exentrenador del Burnley es que conoce a varios de los futbolistas de la plantilla. Lo malo es que no parece el perfil adecuado para un proyecto a largo plazo. A no ser que el Everton acepte ya que la nueva normalidad, como decía el presidente del gobierno, sea luchar por no ir al Championship.
Las últimas opciones son los de la casa. Se habla de Duncan Ferguson, un tipo que mataría por tener el trabajo. Ya ha estado unas cuantas veces en el cargo, de manera interina, y es famoso por besar a los recogepelotas en cada gol de su escuadra. Un tipo pasional. También está Wayne Rooney, que rechazó una oferta el curso pasado porque su gran sueño era ir al Manchester United, y los técnicos de la cantera. Uno es Paul Tait y el otro es el sempiterno Leighton Baines: algunos seguidores creen que descender con uno de los mejores jugadores de la historia moderna del club, y de los más carismáticos, sería menos doloroso. Pase lo que pase es probable que la decisión sea incorrecta. Así han trabajado los toffees desde hace algo más de un lustro. Por ello están en esta posición.
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